Tembló, luego apretó sus labios. Se estaba aguantando las cosquillas y la risa que venía con ellas. — Ban, deja eso... O te haré lo mismo. No sé dónde, pero lo descubrire.—

— Me agradan, es una lastima que no pueda robarmelos—

Aseguró tomando ahora a ambos entre sus manos para juguetear un poco con sus diminutos dedos.

— No los muestro muy seguido. —

Infló sus mejillas, luego se pasó un mechón de cabello detrás de su oreja. Pudo haber doblado las piernas para alejar los pies de él, pero no lo hizo, los dejó a su alcance.

— ... Puedes verlos si quieres. —

— ¿Eh?, ¿Bromas? ... ¿No te habían dicho eso acerca de tus pies?—

Le soltó delicadamente y sonrió de medio lado ésta vez, le agradaba ese gesto de chiquilla que hacía frente a sus mañas.

Estaba petrificada. Su mente volvió en sus recuerdos al momento donde compartieron una habitación de hotel pero él no quiso estar en su misma cama. ¿Estaba jugando con ella...? Igual, no podía negarse que el tacto de su lengua le produjo un escalofrío que hizo eco en la parte baja de su cuerpo.

— B-Ban... Qué terribles bromas haces. —

Le dió una leve lamida y al término le dedicó una vulpina sonrisa.

— Qué bonitos pies—

Estaba a punto de caer en una cómoda siesta... Estaba. Cuando él levantó su pie enrojeció por completo.

— ¿Pero qué demo... ¡Ban! ¡Suéltalo!

Le toma uno de los pies e instintivamente lo olfatea.