—Se quedó callada por unos instantes, permitiéndose volver a disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Su cuerpo se estremeció al sentir la firmeza de sus manos sobre su cintura. Lo contemplaba en silencio, con esa mirada de amor infinito, en lo que sus manos ascendían lento hasta los marcos de sus gafas de cuarzo de rubí.— Déjame verlos...

No soy futuro, yo soy el instrumento que busca llevar a un futuro mejor a mis hermanos y hermanas. —La toma por la cintura al ella descender, mirándola a los ojos, sin temer al fuego que ella pudiera generar.

Nunca te has ido, Jean. Jamás. Es solo que ahora puedo verte.

Eres nuestro sueño, eres el futuro. —Sus plantas volvieron a tierra firme, allí no era tan alta como el castaño. Su cabello seguía ondeando, como si tuviera vida propia, y tan ardiente como si fuera fuego de verdad. Se acercó a tomar su rostro con ambas manos. Daba la impresión de estar por quemarlo, pero su tacto fue dulce y preciso.— Ni siquiera lo que arde dentro de mí ha podido evitar que vuelva. Nada lo hará, no importa las veces que me vaya, siempre volveré a ti, Scott Summers.

¿De que serviría? Tratar de ayudar a los mutantes si no pude salvar a la mujer que amaba.

Nunca te fuiste Jean. Al menos para mí, nunca te fuiste.

Sé que lo hubieras hecho sin dudarlo, pero tu deber es vivir y guiar a los mutantes. No sólo debemos sobrevivir. Tu misión aquí es más importante que todas, este mundo existe gracias a ti.

Y mi amor por ti es tan grande que, trasciende en el tiempo y en el espacio. Y yo... siempre volveré a ti.

Hubiera dado mi vida si eso hubiera detenido a los Shi'ar. Si eso te hubiera salvado.