(...) si ella hacía comparativa, no podían ser más distintos. Largos fueron los minutos antes de que se percatase de esa presencia, aquel varón alto pero sin duda más elegante que su hermano, y amatista y brillante fue esa mirada que parpadeó con suavidad moviendo sus pupilas de Selune, quien brillaba esplendorosa, a Yngvi. No hubo palabras, al menos no aún, no había hostilidad tampoco, pero sí el simple hecho de lectura, una que quizá fuese mutua.