El aturdimiento inicial del hombre la hizo entrecerrar los ojos, y cuando se dio cuenta de que, el color de los ajenos no era el que esperaba encontrar, apretó los labios en una línea recta que los desapareció por completo. Negó entonces con la cabeza, quizá para espabilarse, o simplemente la realización de su error la hizo temblar.─ Lo siento, me confundí, creí que era alguien más... ─su voz sonó tan trémula como ahogada, y entonces rompió el contacto visual, supirando de alivio, como si aquella hubiese sido toda una hazaña. Bajó la cabeza, e intentó darle la vuelta; los transeúntes, por su parte, les rodeaban con desagrado por el obstáculo que suponían en sus caminos.

Iba relativamente distraído en sus propios pensamientos, pero una silueta en el rabillo del ojo le hizo detenerse justo a tiempo, y justo enfrente de aquella mujer. Aquellos ojos negros y profundos parecían mirarle con insistencia, mientras que esos labios, delgados y pálidos, lucían trémulos al parecer intentar formular una palabra que simplemente no quería salir. No dijo nada. Tan solo la miró con una confusión serena, que rayaba más en la curiosidad, incluso ladeando un poco la cabeza.

— . . . ¿?

Se paró en seco en medio de la calle, justo frente a aquel hombre, y como pocas veces había hecho en la vida, su mirada estaba fija en ese rostro. Abrió los labios como si quisiera decir algo, y sus ojos hesitaban entre los rasgos faciales de él, como si tratasen de encontrar algo en ese rostro.