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Aquél leonino de cabellos dorados se sorprendió ante la benevolente actitud de su hermana. Esperaba que por lo menos le recibiera con una cara de asco o con una mirada soberbia al encontrarle mutilado, pero en silencio agradeció que no hubiera sido como él esperaba.

— ¿Momento de descansar? No, hermana. — Ladeó el rostro, incluso lo inclinó hacia su igual para que sólo ella pudiese escucharle murmurar.— Es hora de follarme a la Reina.
 
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