La expresión de Cersei era bastante seria, como solía estar casi en cualquier momento del día; pero la presencia de su gemelo podía recontribuir un poco el esfuerzo que había mantenido por años para mantenernos a salvo, a ellos y así familia. Una curva sutil apareció en sus labios, era una sonrisa muy disimulada, y mientras caminaban con la postura formal y una de su manos escondida en el largo de la manga del vestido dorado habría de añadir. — No. Primero, debes tomar una ducha. Hueles a norteño.


Un aroma nada agradable para la rubia. Sin embargo ajustó su agarre a su brazo.

Aquél leonino de cabellos dorados se sorprendió ante la benevolente actitud de su hermana. Esperaba que por lo menos le recibiera con una cara de asco o con una mirada soberbia al encontrarle mutilado, pero en silencio agradeció que no hubiera sido como él esperaba.

— ¿Momento de descansar? No, hermana. — Ladeó el rostro, incluso lo inclinó hacia su igual para que sólo ella pudiese escucharle murmurar.— Es hora de follarme a la Reina.

— Ya lo noté... tú necesitarás un reemplazo. No será más que para plasmar al león.

Pero le aliviaba que estuviera ahí, sano y salvo. Lo había pensado mucho tiempo, estaba preocupada y su gente no había logrado localizarlo cuando mandó por el. Cersei, la dura reina tomó el antebrazo de su hermano gemelo. — Es momento que descanses.


Sonrió, le tomó el brazo está vez para caminar fuera de los ojos de los curiosos.

— Supongo que sí, hermana. Sólo un par de cosas cambiaron. —El leonino enarcó una ceja, a su vez elevaba el brazo derecho en dirección a la Reina, mostrándole un muñón cubierto por vendajes. La sonrisa se mantenía en sus labios aún así. Nada ni nadie en el mundo podía borrar eliminar su alegría de volver a estar frente a la mujer que amaba. — Y tú estás más hermosa que nunca.

— Los pájaros hablan... Tú regreso del norte, algo cambió.

— ¿Eso crees, Cersei?

— Hermano, tú corazón se ha ablandado.