— Lo estás haciendo muy bien... — Le decía con amor y seducción, contemplando cómo sus falanges entraban y salían de aquel orificio con suficiente facilidad, como si Mioyo estuviera anhelando que Jaidev le hiciera suyo.

En ese momento, Jaidev abrazó al menor y lo atrajo hacia él, de modo que Mioyo estaba sobre él y el mayor, recostado en aquella pequeña cama para universitarios.

— ¿Estás listo? — Le preguntó en voz baja, llevando una de sus enormes manos en los pezones de su amado, acariciándolos entre sus dedos con delicadeza, mientras que usaba la otra mano para sujetar al castaño de una de sus caderas. — ¿Ya la quieres dentro?...