— Me encanta...Eres mucho más hermoso de lo que imaginaba en mis sueños... — Murmuró por lo bajo, aunque su comentario causó un inmenso enrojecer en su rostro, ya que le estaba confesando indirectamente que había tenido esa clase de sueños con el menor.

Cerrando sus ojos, usó sus labios y lengua para estimular uno de aquellos vírgenes pezones del joven japonés, saboreándolos con cada lamida y succión, siendo delicado y paciente en aquellas acciones, ya que no quería lastimar esas zonas sensibles de su piel.

Por otro lado, se tomó su tiempo para recorrer toda la pálida piel de la espalda contraria por debajo de su cuerpo y en aquel amoroso abrazo, no siendo brusco en ello.