La escuchó, pero en su rostro no se reflejó alguna reacción. Estaba intentando procesar una respuesta para complacer a su hermana, pero nada venía a su mente; no solía ponerse a analizar a los hombres.
Al ver la rosa ya no tuvo que hacerlo. La tomó y observó para distraerse con ella, hasta que ese extraño comentario la hizo sonreír a lado.
— Aún no alcanzo el nivel de padre. Quizás un día sí. — Y muy lejos de entender el verdadero significado de sus palabras se desvió hacía las cualidades en batalla.
─Los hombres son tan predecibles: te regalan flores pretendiendo que les agradezcas un mes por ellas. ¡Todos insufribles! ─seguía quejándose para Jaella, parecía estar despechada por su última relación, pero fueron los celos de haberle pillado echándole ojitos a su hermana.
Al final había tomado una rosa para dársela a ella.
─El único que ha contado con todos los requisitos de un hombre ideal es nuestro padre... y tú. ¿Cuenta? ─murmuró insegura, tal vez acababa de decir un disparate.
