Si ella fuera otra persona no se perdonaría perder, porque fue criada para ganarle a cualquiera y de ser necesario eliminarlo. Estaba concentrada en su respiración y su equilibrio, lo mantuvo estable cuando la escuchó.
Sus pasos siempre eran firmes, ¿se estaba haciendo notar?
Al ser descubierto el manto ya había huido. Las sombras eran silenciosas, pero seguían siendo parte de los muros de piedra.
Estaba expuesta, ya no importaba estando detrás de ella.
─Atrapada. ─Le picó la armadura con una lanza, balanceando travesura en su sonrisa.
Pasó la mano por los muros del pasillo, buscando el ritmo acelerado de su gemela. Arrugó su entrecejo... Nada. Ah, ella conocía su debilidad a la perfección.
Era un problema depender tanto de su conexión con el elemento tierra, pues el resto de sus sentidos se sentían pesados al querer usarlos para sus propósitos. Intentó escuchar, también ver, pero nada. Ahora seguía el sentido común... Un lugar con muchas cosas en dónde subir, y cerca.
Entró a la sala de armas, mirando a su alrededor. Comenzó a revisar dentro de los gabinetes, hasta que vio la manta que cubría las armaduras. Qué recuerdos, solían esconderse tras las cortinas.
La perdió de vista a la primera esquina y continuó hasta el salón de armas. Ahora estaba concentrada en hacerse una sola con la sombra de los muebles, evitando el rastreo por el suelo de su gemela.
Decidió ponerse entre dos armaduras, pisando sus bases de metal. Se echó la manta que las cubría, dioses, apestaba. Pero era mejor que la derrota.
Apenas escuchó esas pisadas se tensó y colocó en posición para correr, todo como un reflejo. Al mirarse a si misma arrugó el entrecejo, ¿En serio estaba tan adiestrada por ella?
— Te caerás. — Dijo, pero ella ya se había marchado. No tuvo más opción que seguirla, sabía que no llegaría lejos con esos zapatos y el vestido.
Quiere pretender que no le aceleró el pulso su sonrisa. Sigue mirando la actividad del pueblo a la lejanía, pero el nerviosismo la hizo comenzar a sudar.
