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Jacques1567581 · 26-30, M
Ninguna mano le tocará, ni siquiera la de aquella criatura. Jacques era muy receloso con el contacto, mucho menos el inesperado. Obviamente que no sería un rechazo de forma estoica ni maleducada, todo lo contrario en todo momento cauto con su fiel amiga. Entrelazo sus dedos con los de ella, entre que sus anillos de cobre y latón le decoraban casi incomodando los mismos, hasta hacer descender la mano y repasarla ahí antes de soltarla, no sin antes una ceremoniosa caricia. [code] Solo la Luna tiene ese privilegio, y también esa condena. [/code] Repito con serena astucia, mientras elevaba sus ojos amarillos, casi dos luceros atentos. [code] Sigo siendo el mismo chiquillo del puerto, que le aúlla al cielo y se pierde en Noches Malas. [/b]
Cso1573019 · 22-25, F
Al final, se acercó. Dejando que la ropa larga ondeara con sus pasos a su espalda mientras estiraba ambas manos y las posaba sobre la máscara, tirando suave de ella hacia abajo para alejarla del rostro masculino. Calipso lo observó con atención, sus ojos profundos y azules analizaron a la criatura que... que no sabría cómo llamar según su conocimiento en historia, pero que sabía no era como otra antes conocida. Le sonrió, peinando sus cabellos también. Casi tenían la misma tonalidad.
—Supongo que no. Pero aún con el desagradable olor, el peligro sigue siendo único. —Fue cuando las yemas se posaron en el rostro masculino y empezó a acariciarlo. Cerró los ojos. Así, sin la visión, las cosas parecían diferente bajo el tacto, adivinando las formas de cada parte de su rostro. —Aún no entiendo qué eres. O qué haces. Peligroso o no, sigues siendo el hombre frágil que conocí aquella vez.
Le dedicó una sonrisa infantil, volviendo a separar sus párpados con la excusa de tom
—Supongo que no. Pero aún con el desagradable olor, el peligro sigue siendo único. —Fue cuando las yemas se posaron en el rostro masculino y empezó a acariciarlo. Cerró los ojos. Así, sin la visión, las cosas parecían diferente bajo el tacto, adivinando las formas de cada parte de su rostro. —Aún no entiendo qué eres. O qué haces. Peligroso o no, sigues siendo el hombre frágil que conocí aquella vez.
Le dedicó una sonrisa infantil, volviendo a separar sus párpados con la excusa de tom
Jacques1567581 · 26-30, M
[code] La mascará no es para ocultar lo que soy. [/code] Sentenció muy seguro de lo decía con extravagante elegancia y un muy marcado acento que raspaba como la viña de su tierra su profundidad arraiga. De hablar solo lo suficiente y expresarse mucho, el Apache mantuvo su postura firme en todo momento. Dejando que sus rizos llovieran por su frente ocultando el ojo diestro casi por accidente. Contemplo las uñas de la Bestia y no se sorprendió sino mas bien todo lo contrario, correspondió agradado. La sonrisa se poso mórbido en sus labios en una deforme mueca, pero pronto retomo su calidez usual ante alguien que conocía. [code] La mascara es para ocultarles a los demás lo peligroso que es el mundo. Aunque existen aromas que no pueden ocultarse tan fácil. [/code]
Cso1573019 · 22-25, F
Si mantenía los ojos cerrados y se concentraba en el paisaje de la isla, casi no podía distinguir el olor de la sangre. Ni verla. O sentirla. Calipso nunca había sido fanática de las matanzas y las muertes. Cada vez que veía un cuerpo caer recordaba la expresión de Ulises cuando el mar arrastró su embarcación y gritó, asustado, viendo a Calipso no en súplica de ayuda, sino de rencor. Era una visión que no podía soportar después de tantos años. La única cosa que la distraía, era la suave caricia en su pecho y la sensación fría de reconfort que el hombre causaba en ella.
Estiró la mano para enredar los dedos en sus cabellos, notando las uñas largas que portaba y el color bronceado de su piel que contrastaba con el pálido del hombre. Unos segundos después, abrió los ojos y se fijó en él, tan abstraído en sus pensamientos. Ella terminó recargándose en el suave sillón. —Odio ese aroma, pero no necesitas una máscara por ocultar lo que eres.
Estiró la mano para enredar los dedos en sus cabellos, notando las uñas largas que portaba y el color bronceado de su piel que contrastaba con el pálido del hombre. Unos segundos después, abrió los ojos y se fijó en él, tan abstraído en sus pensamientos. Ella terminó recargándose en el suave sillón. —Odio ese aroma, pero no necesitas una máscara por ocultar lo que eres.
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