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Orgulos, amable, considerado
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ClaryFray · 26-30, F
[User: Me retrasé tanto con este post que hasta me da pena... Jee. Lo siento, no suelo tardarme tanto para las respuestas. No volverá a pasar, ¡prometido!
Bien, no más preámbulos, aquí va mi turno~]




Todo y cuanto pudo hacer fue asentir brevemente. Comprendía muy bien la razón por la cual Jace sostenía sus manos de aquella forma: El adecuado uso del arma. Por supuesto.
"No seas tonta", se reprendió a sí misma. Pero, prestar atención a las instrucciones que, con esmero, él parecía impartirle, no era una tarea precisamente sencilla cuando su cercanía hacía estragos con su cuerpo. La calidez de sus manos sobre las suyas había sido todo lo que necesitó para desencadenar un pequeño caos dentro de su cabeza. Un caos dentro del caos mayor al que se enfrentaban. Un caos, del cual, a diferencia de lo trágico, de lo funesto, no deseaba escapar. El joven Cazador había sido capaz de desordenar su vida de todas las formas posibles; comprendía lo indispensable que se había vuelto, y no había nada que ella pudiera hacer al respecto... Nada. Había calado hondo en su corazón, y lo sabía.

El rubor en sus mejillas se acentuó, encendido con fuerza, como las enceguecedoras luces de la ciudad cayendo sobre el pavimento en una noche eclipsada; siendo éste engullido rápidamente por la espesa oscuridad que los rodeaba, agradeció internamente que él no pudiese verla bajo la negrura, sin siquiera sospechar que su situación no estaba muy alejada a la del nefilim en ese preciso instante; y sin embargo, cuando creyó que su ensoñación sería eterna, oyó aquellas palabras que la golpearon con brusquedad haciéndole caer de bruces contra la dura realidad...
"Tenemos que ir por tu madre". Las palabras hicieron eco dentro de su cabeza con tanta fuerza que lastimaba...

— De acuerdo... Vamos.

Pronunció a medias, con la voz imperceptiblemente entrecortada. Estaba asustada, asustada por lo que le deparaba a su madre. ¿Sería capaz de traerla de regreso? La idea de perderla hacía crecer un vacío lacerante en la boca de su estómago. Y aún así, estaba decidida. No daría ni un sólo paso en retroceso. Estaba dispuesta a sacrificar todo lo que ella era con tal de asegurar el bienestar de aquellos a quienes amaba.
"Todos ellos...", reafirmó dentro de su ser fijando la mirada en Jace, quien se precipitaba escaleras abajo por un estrecho corredor.
Con dureza pasó saliva a través de su reseca garganta mientras sus finos dedos se ceñían con fuerza en torno a la fría empuñadura del cuchillo.
La voz de Jace haciendo eco en los muros, apremiándola a avanzar, llegó a ella casi lejana, aún cuando -sabía- la distancia entre ambos no era considerable. Y junto con él, el inconfundible sonido del látigo de Isabelle, dándole a entender que, tal como él le anunciaba, los hermanos Lightwood no se encontraban lejos de allí.
Apretando el paso, se apresuró en seguir a su compañero; y, aunque su prisa fue en aumento, pudo notar cómo era dejada atrás rápidamente. Y aún así, no lo detuvo.
Sus pasos torpemente la llevaron al final del corredor, el cual desembocaba en un amplio salón, más bien parecido a un sótano, amplio y carente de muebles casi en su totalidad; y, por sobre todo, plagado de criaturas demoníacas...

La boca de Clary se abrió ligeramente ante el asombro, ante tal siniestro espectáculo que se desplegaba frente sus ojos.
Su mirada inquieta localizó al grupo de Cazadores no muy apartados de allí, (ni muy cerca, ni muy lejos). Con alivio comprobó, también, la presencia de Simon allí junto a Isabelle. Un pesado suspiro la abandonó liberando un poco de la angustia que llevaba dentro. Simon... era bueno verle bien, se dijo. Pero poco duraría el alivio...

Rápidamente comprendió el grave error que había cometido al bajar su guardia tan descuidadamente, lo supo de inmediato... Lo supo cuando el agudo dolor en la parte posterior de su cabeza se extendió por todo su cuerpo como una corriente eléctrica recorriendo sin piedad una superficie empapada en agua... No supo cómo, ni cuándo, aquel demonio que la apresaba contra el frío suelo y su pesado cuerpo había saltado del interior de la oscuridad directo hacia ella.
El cuchillo salió despedido de sus manos y forcejeaba con la criatura en un intento desesperado por recuperarlo.
Cubrió su rostro con su brazo izquierdo y sintió la mordida de la bestia. Reprimiendo un grito y ahogando lágrimas de dolor, Clary apartó a la cosa con todas sus fuerzas. Arrastrándose sobre el polvoriento suelo, se apresuró en hacerse con el cuchillo. Giró sobre su cuerpo en el último momento pudiendo ver al demonio nuevamente en pie y casi sobre ella. Gritó el nombre de un ángel -tal como Jace le había instruido previamente- y el brillante filo del cuchillo serafín ardió con el fuego celestial perforando la carne de la criatura que encontraba su fin en manos de la inexperta Cazadora.
 
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