— Créeme, querida — Habló con esfuerzo, tanto por liberarse de la criatura como por no dejarse arrastrar de una — Si tuviera las respuestas a todos mis infortunios, tal vez te diría algunas a cambio de algo importante... PERO NO ES ASÍ — Un nuevo tirón lo obligó a alzar la voz. Encajó la punta de la espada al piso; ganaría tiempo con ello. — ¿Te vas a mover o me dejarás hacerlo solo? —

... - Aunque estaba bajo el agua, el cecaelia tenía un sentido del oído sumamente agudo y sensible, siendo capaz de escuchar las palabras de los humanos que estaban en ese navío en la superficie. Al darse cuenta que logró sujetar a uno de esos exóticos especímenes que tanto le fascinaban a la sirena pelirroja, tiraba suavemente de su tentáculo, queriendo arrastrar al humano hasta el océano. - La sirena estará tan desilusionada de la vida terrestre y los humanos en cuanto vea a este, que ya no querrá ver al príncipe ese. - Se dijo para sí, continuando en su objetivo de llevarse al pirata con él.

El escándalo no la sacó de sus pensamientos. Se apoyó en un pie, luego en otro. Ladeó una cadera, después la opuesta. Chasqueó la lengua y avanzó hacia el hombre. — Bien, bien... ¿Y eso de dónde salió? —

— ¡Déjame ir, endemoniada criatura! — Blandió la espada de derecha a izquierda, de arriba hacia abajo. Entre sus tantos cortes al aire, miró al esperpento al que llaman Tía Dalma y, como nunca, sintió alivio por ver una cara conocida.

— ¡Hey, hey! ¡¿Quieres ayudarme un poco con esto?! ¡Sé que me escuchas! —

Ahí aparecía de nuevo ella, en los peores o quizás mejores momentos. Estaba encaminándose a su ritmo hacia el Capitán con el afán de conseguir otro pasaje gratis, cuando vio que algo se enredó en su tobillo y lo tiró junto a su bebida.

Se detuvo. ¿Dar media vuelta, ayudarlo? — Hmmm... — Se tomó la barbilla mientras pensaba con todo el tiempo del mundo mientras el Capitán peligraba. Gran pregunta.

hórrida criatura que sirve al tan temido Davy Jones. Jack abrió los ojos con exageración. ¡¿Qué hacía el Kraken ahí?!
Desenfundó su espada de golpe y la blandió al aire, mientras intentaba acercar el filo del arma al tentáculo para liberarse.

— Maestre Gibbs, fije el rumbo hacia isla Tortuga. Ponga a mover a ese puñado de holgazanes pero ya, ¡YA! —

El robusto hombre, exaltado por las órdenes de Sparrow, caminó a paso raudo, escupiendo toda clase de palabras mayores con tal de poner a trabajar a la tripulación. Jack dio un trago largo al ron. Por fin el viento soplaba a su favor.
Echó un último vistazo a la costa; ver las olas besando la orilla y regresando en forma de espuma de alguna manera incentiva su espíritu aventurero, además de relajarlo.

Otro trago más. Nunca era suficiente ron.

Jack estaba dispuesto a dar la media vuelta cuando se vio entorpecido por “algo” que alteró su camino. Cayó de boca a la tierra; la botella de ron estalló y una mueca de profundo dolor se dibujó en su rostro (como si acabara de perder un familiar).
— ¿Por qué el ron? — Viró la mirada a sus pies. Infirió que una rama o roca fue la causante de su caída pero, al percatarse de un tentáculo enrollado a su tobillo, rememoró a la hórr

... - De las profundidades del océano, emergía lentamente un largo y grueso tentáculo similar al de un pulpo, el cual se dispuso a enrollar uno de los tobillos de ese pirata, con la intención de tirar de este al interior del agua. -