—Tú lo has dicho, cariño, tú lo has dicho. —Gesticuló un leve ademán con el rostro como si con ello estuviese dándole la razón, porque así lo era de cualquier forma. Finalmente sus manos se desocuparon tras colocarle el la gabardina en la espalda, y pasó a mantenerse lo más cerca posible. Acto seguido, su brazo derecho se alza con la intención de rodear el cuello femenino, de un hombro a otro sin reparo, y finalmente apegarle de nueva cuenta contra su torso.