— ¿Crees que le tengo miedo a un arma de fuego? — Giró la moto en dirección a ella con intención de pretender pasar por encima de ella. — Capaz y cuando dispares le terminas dando a tu preciada moto. — Avanzó con gran velocidad pero se detuvo justo frente a la súcubo al punto que la rueda de atrás se levantó. — Súbete, es hora de un paseo en tu moto. — Lo mencionó con cierta ironía.
La mujer no tenía paciencia cuando se trataba de su moto. Cuando alguien se metía con su moto, no veía menos que pura violencia, sin importar quién haya sido. Desenfundó su pistola, un arma pequeña que podía llevar con discreción atada en su cintura, y apuntó a Jin, habiendo quitado el seguro. No iba a apuntar a su torso, sino a su pierna para al menos inhabilitarle. — Última advertencia, lindura. Deja mi moto y olvidaremos que esto pasó.
Aceleró el motor de la moto varias veces para que esta rugiera en señal de querer provocarla. — ¿Y si no me bajo, qué harás? No es que puedas alcanzarme a pie, mientras yo arranque a gran velocidad en esta belleza. La verdad es que me luce bastante. —
— Mira, hay pocas cosas que puedo tolerar, ¡pero nunca que toquen mi moto! ¡Bájate! No me obligues a bajarte yo misma. —alzó la voz, notablemente enojada, su ceño fruncido y la mandíbula tensa.— Voy a contar hasta tres... 1... 2...
