Por suerte tenia una granada en el cinturón, había sido un trabajo bien hecho realmente, no negaba que la albina tenia habilidades de temer, en cierta forma se siente afortunado de no ser el objetivo… no hoy al menos.
Dicho esto, antes de largarse este dejo un pequeño regalo. Se trataba de una granada de acido, pequeña pero mortal, desparramaría por toda la habitación ese liquido corrosivo que devoraría desde la carne hasta el hueso, impregnando a los refuerzos de lo que seria una dosis de ardor hasta la muerte, al menos a los que sean tan desafortunados como para entrar a penas la explosión se produzca.
