Fue al baño para lavarse la boca antes de salir para encontrarse con el mismo chico de siempre. No era de extrañar que vendieran esas cosas cerca, sexo y drogas van casi de la mano. Sin embargo, aquel sujeto no hizo más que disculparse porque ya no le quedaba nada para vender, ni un puto sobre. Aún así, le dio algo de información. Lamentablemente ahora debía ir un par de calles más lejos. (. . .) — Me dijeron que eres nueva aquí y que tienes cosas interesantes a la venta. —Chloe, con los brazos cruzados bajo su pecho y el maquillaje corrido, era incapaz de hacer contacto
Tomó la pastilla sin miramientos. Por supuesto, la farsa de aquella mujer era evidente, especialmente con las horas de efecto que podría traer su píldora, lo que incluso alguien como ella podía notar.
Pero no iba a quejarse, no ahora que tanto lo necesitaba. Simplemente respondió un seco «Como sea» y se marchó de ahí para regresar a su trabajo. Otros dos clientes la esperaban así que no debía tardar en volver.
Fue al baño para tomarse la pastilla. Del baño a la sala roja no tardó más de dos minutos, tiempo suficiente para empezar a sentir su cuerpo ligero, la música más lejos y el nerviosismo esfumarse.
Hizo lo que tenía que hacer, dos horas tardó en ello y ahora estaba libre nuevamente. Se quedó sentada en el largo sofá de terciopelo, con los ojos entrecerrados mientras meneaba su torso de un lado a otro, al ritmo de esa seductora música ambiente, entre luces rojas, rodeada de chicas bailando o sentadas en las piernas de hombres (..
