Le tendió el susodicho cráneo, tomando desde la base y con sus cuencas apuntando hacia ella, al hacerlo se dispuso a responder su primera pregunta—. Estaba buscando algunas cosas en el bosque, "materiales", para no tener que comprarlos —expuso así ese pensamiento mezquino con los bienes, clave importante para sobrevivir, especialmente cuando si grupo gustaba de gastar a lo tonto— ¡Y siempre que sea gratis acepto¡ No olvidaré tu buen gesto, acaso si necesitan algo de lo que llevo puedo hacerte un descuento; una atención ahora que somos amigos —con despreocupación agregó, algo que dijo con la mejor intención, difícil de lograr en él, pero que ella, genuinamente, despertó.

— En cuestión de final no lo sé, pero de que me voy a volver a un montón de huesos es un hecho.
Si hay algo que detestaba era era un Svondeno que fue en busca de algo para acabar con la tiranía de el rey impuesto por sus colegas a lo que tras escuchar aquella historia le pide el cráneo para darle sepultura y repose lo que haya quedado de dicho hombre o mujer, al final es una osamenta.
— Dame eso, no quiero que me sigan en las noches y menos en el bosque; y bueno Gaikos a donde vas.
Pregunta con cierta familiaridad ya que cómo trata responde de igual modo, esperando información de utilidad.
— Tienes hambre, mis amigos fueron de caza y trajeron un alce para comer, descuida no te van a profanar.

— La gente me llama "Gaikos", y admito ser algo extraño, pero he visto cosas peores —cuando se presentó sonrió con cierta petulancia, le dirigió la mirada por unos instantes, mas luego enfocó su atención a las cuencas vacías de aquel cráneo—. No diría que soy un nigromante, pero cuando la muerte es tan insistente con su compañía comienzas a escuchar su sapiencia, entenderla y a veces apreciarla, así como este desgraciado que halló sus enseñanzas entre heridas, enfermedad y hambre— una vez anunciada la última memoria de aquel hueso, volvió a prestar toda su atención a la rubia con la que se cruzó—. ¿Tendremos el mismo final, Issendra? —preguntó con confianza, como si de una amiga se tratase.

— Eres un Nigromante.

No le preocupa ya que ella es una carroñera y mercenaria, así que ver que patea un cráneo que tal vez lleva años olvidado en ese sitio sin que nadie lo extrañara a lo que le pregunta si puede saber que historia oculta aquella osamenta.

— Veo eres un ser extraño, Issendra de Svonda, cual es tu nombre.

— Por eso mismo yo recojo cada cráneo olvidado, para que me cuenten hasta sus más oscuros secretos —sin vergüenza o respeto levantó ese cráneo con el pie, haciendo que esta pieza ósea cayera en la palma de su diestra—. ¿Quieres saber lo que oculta este condenado?