Quiso reír por la pregunta del otro chico. ¿Qué podían hacer? Pues nada, si ellos se confundían solo por unos jodidos dibujos ese era el problema de ellos, no de los que los dibujaban. Deberían aceptar su realidad.

— Estoy rodeada de idiotas. —

Murmuro para si misma, pero lo suficientemente fuerte para que la escucharan, especialmente ese gordo estúpido.

Refunfuño de mala gana cuando le llamaron la atención. Malhumorada, se sentó con los brazos cruzados. ¿Cómo podía quedarse callada cuando ese estúpido gordo decía tantas idioteces? Y lo peor es que todos estaban de acuerdo con él. ¡Hasta el profesor! Era el colmo.


¿Qué los asiáticos tenían el poder de manipular los sentimientos de los demás? Rodo los ojos. POR DIOS. Era ridículo. Era increíble lo ignorante que podía ser ese niño. Frotó su frente tratando de controlar su molestia. No sabia hasta cuando podía seguir escuchando. Las ganas de golpearlo solo incrementaron. [...]

Decía el tembloroso niño rubio y entonces toda la clase se comenzó a alarmar pues de cierta forma había sido cierto, Craig y Tweek comenzaron a salir desde que las chicas asiáticas los dibujaron juntos al igual que Cartman y Kyle, ahora toda la clase estaba alarmada y aterrada. Butters ya aterrorizado entonces pregunto. —¿Qué podemos hacer entonces Eric?— La pregunta que el castaño estaba esperando, todos habían reaccionado justo como quería.

—Lo que les paso a Craig y a Tweek también nos pasó a Kyle y a mí. ¿Es correcto que los asiáticos posean tanto poder? ¿Y si controlan la homosexualidad, también pueden controlar la heterosexualidad? ¿Qué pasaría si empiezan a dibujar a Craig y a Clyde? ¿A Tweek y a Pete? ¿A Stan con Kyle? ¿O a mí y a Heidi? ¿Se han puesto a pensar que ellos pueden manipular lo que sentimos y hacernos estar con quien ellos quieran? ¿Qué tal si hacen regresar al señor Garrison y al señor esclavo? ¡No es correcto seamos sus putos títeres!—Todos se empezaron a mirar los unos a los otros, Tweek que sufría de tics nerviosos ahora se veía más nervioso que de costumbre y pequeños gritos se le escapaban.—Y-Yo no quiero separarme de Craig, ¡Ack!—

En 3..2..1… Justo lo que esperaba, no iba a mentir, fastidiar a las personas y hacerlas llegar a su límite de paciencia era una de sus actividades favoritas. Entrecerró la mirada al escuchar los insultos y con una expresión neutra he inocente carraspeo un poco la garganta únicamente para llamar la atención del señor Garrison. —Ahmmm, profesor, la asiática me está interrumpiendo, no recuerdo que nadie interrumpa a otro estudiantes mientras se expone, es una completa falta de respeto.— El profesor observo a la nueva y entonces hablo. —Chica asiática, guarda silencio por favor, podrás rebatir a Cartman cuando sea tu turno de exponer.— Cartman agradeció y entonces continuo con su “exposición”, todos se veían realmente interesados en todo lo que decía aquel chico de huesos anchos. [. . .]

— ¡Oye, gordo estúpido! —

Se levantó con una fiera expresión llena de ira en su rostro. Habría querido mantenerse al margen y dejar que hiciera el ridículo pero no podía seguir soportando que la insultara.

— En serio, como puedes ser tan idiota e ignorante. Aunque no me sorprende, tu cerebro debe ser tan pequeño que solo debes tener una pequeña neurona y que apenas funciona —

Lo atacó con desdén, cruzando sus brazos sobre su pecho. Ya la había hecho enojar. No había vuelta atrás.

La castaña estaba escribiendo en su cuaderno cuando en eso escuchó las palabras del señor Garrison. ¿En serio estaba haciendo esa pregunta? Quiso reír por lo ridículo que podían ser, pero se mantuvo en silencio.

Y ahora era el turno de ese chico Cartman de hablar. Rodó los ojos. Otra vez hablaría estupideces. Y no se equivoco. Y lo peor es que ahora sus palabras eran contra ella. Cerró los puños tratando de contenerse, pero era imposible al escuchar tanta idiotez.

« Respira, Akemi. Ignora a ese idiota. »

Trato de mentalizarse y no prestarse para esa payasada. Pero seguía hablando y hablando. Más bien atacándola. Al parecer quería pelea. Pues pelea tendría. [...]

—Todos sabemos que los asiáticos no tienen alma, es decir, miren esos ojos vacíos en los cuales se pueden escuchar los gritos de los niños en el purgatorio, ojala solo fuera el problema de la homosexualidad, pero estoy seguro de que planean una invasión, piénsenlo, si dejamos de reproducirnos ellos lo harán el doble y entonces se apoderaran del mundo.—Cartman proseguía hablando mierdas mientras asustaba no solo a la clase sino también al profesor que de vez en cuando miraba con duda a la nueva chica asiática.

Cartman no dudo en carraspear la garganta y situarse enfrente de la clase para comenzar a hablar, todos incluyendo al profesor lo miraron atentamente y aquí iba, un discurso de odio hacia una raza sin alma. [?].

—Clase, entre nosotros esta una de aquellas criaturas malignas que decide quien se vuelve gay, que a base de sus dibujos y perversiones obliga a los chicos del mundo a convertirse en homosexuales tal como lo hicieron con Tweek y Craig, piénsenlo, ¿estando ella aquí, alguno de nosotros estará a salvo?—

Tweek y Craig compartieron una mirada y entonces los barullos en el salón comenzaron, por alguna extraña razón Cartman era demasiado convincente en cuanto iniciaba con sus discursos y aterraba y hacia dudar a todos. [. . .]

—El director PC me anda tocando las bolas así que hoy toca hablar de maricones, digo, homosexuales. —Explicaba el señor Garrison mirando hacia el cielo, casi como si estuviera siendo amenazado a hablar sobre el tema. —¿Sé que ya todos lo sabemos, pero alguien quiere explicar cómo carajos las personas se vuelven homosexuales?—

South Park paso de ser un pueblo pequeño, poco a poco se iba engrandeciendo, había dejado de ser un lugar rural para traer a personas de todos lados siendo más “inclusivos”, era el primer día de secundaria y muchas nuevas personas se habían unido al curso, pero quien personalmente llamo la atención de aquel joven problemático llamado Eric Cartman fue una chica asiática de cabellos oscuros, piel traslucida y ojos vacíos, ya se había contenido toda la mañana, su momento había llegado. [. . .]