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>>Indra atravesó un pie por la puerta sin problemas, pues era el creador de este portal. Sin embargo, al momento de haber cruzado todo su cuerpo, una extraña sacudida lo hizo tambalear al punto de aterrizar con rodillas y palmas en una tierra rojiza. La chica humana había sido succionada junto a él a una dimensión bastante hostil.

—¿Qué demo--? ¡¿Qué haces aquí, mocosa idiota?! —Chilló alterado; derribada estaba su máscara de serenidad. Aunque en realidad no exageraba, pues la situación era alarmante. —¡No deberías estar aquí! —Continuó hablando a gritos. —¡Este es un lugar privado, secreto, no estoy autorizado a traer a nadie...! —Se calló, advirtiendo que había estado hablando a gritos. —Mierda... —Dijo, ahora en un susurro.

Aquella dimensión era una de las favoritas de Indra: El mundo de los juegos de azar, la bebida y la masacre. Los humanos no tenían cabida ahí más que para ser objetos de intercambio. El dinero no servía, pues a ese mundo asistían seres de todos lados.>
 
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