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Hacía tiempo que no permanecía tanto tiempo en el castillo, últimamente se la había pasado viajando, así que tiempo para estar con Máximo tuvo poco. Fue por ello que esa mañana decidió despertar temprano para hacer el almuerzo del Almirante. Algo nutritivo y con dedicación que demostrara su aprecio, que lo hiciera sentir querido.
Eligió los mejores ingredientes y se puso a cocinar con calma, sintiéndose feliz. Esperaba que fueran los aromas de la comida lo que lo llevaran hasta la cocina, donde esperaba sorprenderlo con su platillo favorito.
 
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-Era evidente que aquel gesto le había molestado a su pareja, más aún tras no recibir la respuesta que esperaba, se tomó su tiempo para responder a sus palabras, ya que su hambre lo estaba consumiendo por dentro, por lo cual fue comiendo del plato mientras este hacía aquella escena. Una vez que terminó de hablar, bajó los cubiertos, aunque se quedó con el tenedor en su mano y con este le señaló.- No es la mejor milanesa que probé. Si bien está hecha con todo tu amor, no es buena. La carne que elegiste no es la ideal, las especias que usaste son erróneas para el tipo de panisado que usaste y sobre todo... ¡A esta milanesa le falta el limón! Debiste echarle jugo de limón antes de servirla.

-Dio un largo suspiro luego de tal explicación, asumiendo que vendría sus quejas nuevamente, decidió sacar su última carta para evitar una confrontación.- Puedes mejorarla. Así es la cocina, fallo y error hasta que perfeccionas tu comida.
 
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