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Hacía tiempo que no permanecía tanto tiempo en el castillo, últimamente se la había pasado viajando, así que tiempo para estar con Máximo tuvo poco. Fue por ello que esa mañana decidió despertar temprano para hacer el almuerzo del Almirante. Algo nutritivo y con dedicación que demostrara su aprecio, que lo hiciera sentir querido.
Eligió los mejores ingredientes y se puso a cocinar con calma, sintiéndose feliz. Esperaba que fueran los aromas de la comida lo que lo llevaran hasta la cocina, donde esperaba sorprenderlo con su platillo favorito.
 
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-El Almirante como era costumbre, su trabajo lo tenía bastante ocupado a tal punto de no prestarle mucha atención a su pareja, como era debido, alguna que otra charla en sus tiempos libres bastaba para tranquilizar aquella sensación de abandono que solía tener gracias a sus largas ausencias. La noche anterior, apenas pudo terminar el papeleo a largas horas de la noche, agradecía por completo que su día libre había llegado, por lo que decidió dormir hasta casi medio día, algo bastante raro en él, pese a ser demasiado rutinario.

Tras despertar, lo primero que hizo fue lavarse el rostro, vestirse con sus típicos ropajes y se dirigió a la cocina para beber algo, aunque al llegar sus ojos se deleitaron con una hermosa escena que jamás hubiese imaginado. Sólo tomó asiento en uno de los banquitos, detrás de la barra que separaba la cocina del pequeño comedor, para contemplar en completo silencio el gran labor de su pareja, no deseaba distraerle, así que aprovecho [...]
 
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