Atenta y lejana, escuchó la conversación de sus dos hijos que, por dentro le quebró. Había sido una madre que en ausencia dejó que sus crías cometieran errores a diestra y siniestra y cuando quiso enseñarles el camino, lo tomaron a su modo.

Frente a ambos jóvenes, la imagen de la albina se fue materializando; no era ella, era una especie de holograma causado por el efecto de su telepatía, es decir, solo ellos podían verla. Su imagen ers colosal, tal como la imagen en la que se presenció Arcturus al principio de conocer a sus nietos. La mirada de la albina, demostraba la tristeza que sus dos hijos imprimían en su pecho y que sentía culpabilidad de no poder protegerlos. Pronto, sus labios, suaves, se despegaron para darle pie a unas palabras.

— Mis niños... Ninguno tiene la culpa de las adversidades de la vida, ni siquiera Brigit, por lo que hizo. El destino que tienen fue un destino elegido para que ustedes aprendieran de si mismos y se volvieran más fuertes y sabios... Pero veo