22-25, F
Meine ehre heißt treue.
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VehrzimmelDScarzHd · 100+, M
Su destino le llevó a una habitación penumbrosa, iluminada nada más por los ases de luz que penetran una larga ventana que poseía por delante, cubriendo cada esquina y a lo largo de la pared adyacente y ocasionalmente cimbrando por la potencia acústica que sellaba; Una suerte de ritmo frenético e industrial, con tintes oscuros, típico de una fiesta de música electrónica. La mujer posicionada al inicio del cuarto, pudo vislumbrar a través del borroso aire sahumado por la fragancia de monóxido de carbono, la figura de dos sillones de cuero oscuro y una mesita entre ambos con un vaso de albo líquido y un cenicero de cristal saturado de colillas en su centro, contrapuestos a la infernal luminiscencia. El sillón a la izquierda se hallaba ocupado por la silueta de lo que parecía ser un alto hombre de ancha espalda que observaba desde su asiento lo que fuera que pasara tras el vidrio enfrente. - “Hay dos caminos que puedes seguir desde ahora en adelante, puede sentarse en ese sillón a mi lado y tener una grata conversación como personas civilizadas O…” Pausó su voz, esta era profunda y clara, con familiares contrastes autoritarios, inherentes de la profesión marcial, de aquellas que exigían en el estruendo del campo de batalla, bien servía para charlar tras el velo sonoro del maligno festejo que yacía impune y campante en bambalinas. Se levantó de su asiento, perfilándose ante la mujer, a quién observó de reojo; Esta última pudo ver su pálido rostro, de rectas y afiladas facciones, que provisto de oscuras y demacradas bolsas bajo sus ojos de espectral fulgor escarlata, no detraen de la belleza de un espécimen ario, con áureo y corto cabello lacio peinado cuidadosamente hacia atrás, desemboca en su humeante nuca. Su apariencia señorial e integra otorgada de la mano de la infamia del negro uniforme militar de la germana facción que alguna vez los partícipes del cotejo, pertenecieron, hacían aún más inusual el encuentro.
- “…Su destino será ser arrojada a los leones.” Alzó la diestra, señalando con el índice a través del enorme ventanal que tenía yuxtapuesto a su sombría silueta. Si la dama, se acercara lo suficiente, sería testigo de una nefasta afluencia inmoral se congrega en un amplio espacio a unos 50 metros debajo de sus pies, adornado por parafernalia industrial, simbología nazi y ocultista. La caterva formaba una masa amorfa de carnes tremolantes, húmedas y cadenciosas ante la música que perforaba sus oídos y saciaba el alma, despidiendo una esencia mefistofélica de sexo, sudor y lo que pareciera ser sangre. Payasos asesinos revoloteando con guirnaldas de intestinos sobre sus hombros, hombres y mujeres con sobresalientes colmillos, prestándose para una seguidilla de frenéticos bailes cargados de energía sexual, mares de endemoniados entes desfigurados saltando al ritmo del embrujo del disc-jockey atormentando inocentes encerrados en estrechas jaulas que colgaban de cadenas del techo y cualquier otra abominación que escapa la lógica ética, todos poseídos por el espíritu de una fiesta desenfrenada, satánica e inhumana; Como una suerte de una demacrada reinterpretación moderna del jardín de las delicias de Bosch. Mientras observaba en silencio el caos a sus pies, tomó con la diestra el recipiente que yacía en la mesa y lo elevó a sus finos labios, bebiendo con calma un sorbo de lo que parecía ser leche; Un tanto irónico teniendo en cuenta los ominosos actos que presenciaban y la inocencia característica del virginal bebestible.
El muniquense dejó el vaso sobre la mesa y nuevamente se dirigió a la rubia, con tono imperioso, pero tranquilo. - “Decida ahora, si no es mucha la molestia.” Con natural predisposición, procedió a tomar asiento nuevamente en su respectivo sillón a la izquierda de la habitación y antes de que ella pudiera responder, exclamó energético.
- “Ach, se me olvidaba… Willkommen in Der Blutig Tanzfläche.” (“Bienvenida a la pista de baile sangrienta.”) Agregó quién parecía ser el misterioso anfitrión de tan horrido antro, aquel tan famoso entre las bocas de quienes no pertenecen a los parajes terrenales, aquellos que susurran intermitentes, profundamente escondidos del conocimiento de los simples mortales, habitantes de un mundo oscuro y conspicuo, autor de los horrores e indecencias más pútridas y demenciales que la razón humana normal no podría procesar. ¡Quizás qué caja de pandora acababa de destapar su invitada! Repleta de diabólicos secretos que nunca tocarán la luz, condenados a desfogarse en las sombras. Y su sabedor, en forma de juez y verdugo, esperaba con paciencia la respuesta de cual pendía su vida.
- “…Su destino será ser arrojada a los leones.” Alzó la diestra, señalando con el índice a través del enorme ventanal que tenía yuxtapuesto a su sombría silueta. Si la dama, se acercara lo suficiente, sería testigo de una nefasta afluencia inmoral se congrega en un amplio espacio a unos 50 metros debajo de sus pies, adornado por parafernalia industrial, simbología nazi y ocultista. La caterva formaba una masa amorfa de carnes tremolantes, húmedas y cadenciosas ante la música que perforaba sus oídos y saciaba el alma, despidiendo una esencia mefistofélica de sexo, sudor y lo que pareciera ser sangre. Payasos asesinos revoloteando con guirnaldas de intestinos sobre sus hombros, hombres y mujeres con sobresalientes colmillos, prestándose para una seguidilla de frenéticos bailes cargados de energía sexual, mares de endemoniados entes desfigurados saltando al ritmo del embrujo del disc-jockey atormentando inocentes encerrados en estrechas jaulas que colgaban de cadenas del techo y cualquier otra abominación que escapa la lógica ética, todos poseídos por el espíritu de una fiesta desenfrenada, satánica e inhumana; Como una suerte de una demacrada reinterpretación moderna del jardín de las delicias de Bosch. Mientras observaba en silencio el caos a sus pies, tomó con la diestra el recipiente que yacía en la mesa y lo elevó a sus finos labios, bebiendo con calma un sorbo de lo que parecía ser leche; Un tanto irónico teniendo en cuenta los ominosos actos que presenciaban y la inocencia característica del virginal bebestible.
El muniquense dejó el vaso sobre la mesa y nuevamente se dirigió a la rubia, con tono imperioso, pero tranquilo. - “Decida ahora, si no es mucha la molestia.” Con natural predisposición, procedió a tomar asiento nuevamente en su respectivo sillón a la izquierda de la habitación y antes de que ella pudiera responder, exclamó energético.
- “Ach, se me olvidaba… Willkommen in Der Blutig Tanzfläche.” (“Bienvenida a la pista de baile sangrienta.”) Agregó quién parecía ser el misterioso anfitrión de tan horrido antro, aquel tan famoso entre las bocas de quienes no pertenecen a los parajes terrenales, aquellos que susurran intermitentes, profundamente escondidos del conocimiento de los simples mortales, habitantes de un mundo oscuro y conspicuo, autor de los horrores e indecencias más pútridas y demenciales que la razón humana normal no podría procesar. ¡Quizás qué caja de pandora acababa de destapar su invitada! Repleta de diabólicos secretos que nunca tocarán la luz, condenados a desfogarse en las sombras. Y su sabedor, en forma de juez y verdugo, esperaba con paciencia la respuesta de cual pendía su vida.
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