—¿Atrevido? Pensé que a mí señora no le gustaría tener algo pegado en su rostro... Y estoy totalmente en contra de desperdiciar comida. Creo que fue la mejor elección.~— Incluso a pesar de él rubor en el rostro ajeno, lejos de alejarse, su maestra terminó muy cerca de Ignis. Lo suficiente como para sentir el típico aroma de su abundante cabellera esmeralda.
Escuchó su petición y lejos de molestarse le ofreció el hombro para que descansara a placer.

—Oh... ¿En serio? Sé que puede hacerlo mejor que eso...— Ignis se hechó un poco para atrás para luego llevar la cabeza de la fémina a su regazo y que usara sus piernas como almohada. Con su típica y suave sonris, buscó un trozo de pizza y la sostuvo sobre los labios de la chica. Alimentandole como toda una diosa egipcia. Sabía que no se negaría, así que a pequeños mordiscos fue compartiendo con ella la rebanada.

—¿Le molesta que sea atrevido? Quizá a veces soy algo infantil...