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... Q-Q -Nier había criticado su vestimenta, así que fue a comprar ropa y arreglarse el cabello.-
 
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Tras escucharle, tornó su actitud a una donde la invadió una sensación de ternura. Acarició delicadamente los cabellos de la joven para apaciguar su aparente vulnerabilidad antes de soltar una risa traviesa que se escapó por el aire.

— Está bien, dulzura... no te perturbaré más... por ahora. — Besó su mejilla con delicadeza y le ayudó a sostenerse para que no se desplomara dramáticamente. — Vamos por un poco de té y festejemos que las hormonas ya no están tan descontroladas en tu cuerpo. — Le tomó por la cintura y empezó a caminar a favor de ella para que no tuviese ningún inconveniente en andar.
IgnisScientia · 31-35, M
—¡A-Aramis-san..!— Aquello fue lo único que alcanzó a pronunciar de sus labios al sentir la brusca pero placentera caricia sobre su piel. Estaba tan nerviosa y distraida por los gestos y las palabras de su maestra que ni siquiera se percató de cuando ni cómo se escabulló bajo su vestimenta.

Se abrazó impulsivamente a la fémina, tomándola por los hombros y aferrándose con las uñas sobre la nívea piel de la elegante doncella. La reacción de su cuerpo era fuera de lo común; sus piernas perdieron fuerza y casi cae, motivo que le hizo aferrarse con más insistencia a Aramis.

Respiró de manera agitada y constante, como si quisiera controlar la vorágine de sensaciones que provocaba su tacto tan directo.

—No...N-No necesita reafirmar nada... Ya sabe que soy suya... Todos lo saben...— Susurró al oído de su maestra a manera de súplica, mientras ocultaba el rostro en su cabellera y hundía los labios sobre el cuello de Aramis, intentando silenciar sus jadeos de cualquiera que pudiera escu
Surcó con delicados roces la cabeza de la joven que se reposaba sobre su hombro, sonriendo a pesar de que ella no podría verle una vez sus palabras alcanzaron sus oídos.

— Bienvenido a la dualidad insoportable de una mujer. — Rió con ligereza antes de besar dulcemente su frente, aprovechando la cercanía. — Y... Me gusta que te guste. — Juguetona, cual minino lamería la piel que antes había besado. — Simplemente reafirmo que me perteneces. — Diría mientras se disponía a rasguñar con una larga caricia de sus uñas bajo las prendas de la joven: no se había percatado que había irrumpido en ellas para poder dejar su marca a placer. Al paso moroso de sus dedos invocaba una brutal corriente que fluía a través de cada nervio de su cuerpo, haciéndole erizar hasta el más ínfimo vello.
IgnisScientia · 31-35, M
...Pero me gusta...
IgnisScientia · 31-35, M
—Sentía el corazón desbocado. Eso sumado a la presión del busto contra su ropa le hacian sentir sofocada. ¿Era acaso que las mujeres sentian de forma diferente a los hombres? Debería serlo. Ignis debía suspirar con discreción a momentos, recordando a las locomotoras cuando deben liberar la presión de la caldera.

—¿Ah..? ¡N.No!— La verguenza de sus ojos se transformó en geniuna angustia, aunque no sabía si era por la reacción de Aramis o por la pequeña distancia que hubo luego de tenerla tan cerca.

—No es usted... Yo...Estoy bien, sólo que me siento...Extraña, y algo confundida...— Se dejo llevar por el impulso algo caprichoso. La necesidad de volver a sentir su cercania le hizo inclinar su cuerpo hasta recargar la mejilla en el hombro ajeno. Con ese nuevo cuerpo era más sencillo pues la diferencia de alturas ya no era demasiada.

— Es extraño... Pero...— Dudó por largos segundos hasta soltar un susurro tan ligero que incluso a su maestra le costaría un poco escucharlo.

—...
Soltó a la joven para capturar con presteza aquella lágrima que se deslizaba por su mejilla y, llevándola hacia sus labios, la besó antes de consumirla como un elixir que, preciado, debía racionarse.

— ¿Te he hecho sentir incómoda? — Preguntó con un tono pesaroso, mostrándole un gesto que delataba la incertidumbre que le aquejaba. Ladeó la cabeza cual minino que observaba una sombra que ningún humano podía percibir, aguardando por la respuesta que le quitaría y alimentaría esa sensación de culpabilidad.
IgnisScientia · 31-35, M
— ¡Mgh..!— Un gemido ahogado escapó de sus labios sin que pudiese evitarlo. El estremecedor beso, intensificado por el estímulo de aquel calido aliento arrancó aquella reacción en Ignis. El rostro ardía por causa del rubor, mientras una lágrima escapaba de sus ojos celestes. El pudor en ella era innegable, más aun por aquel gemido cuyo timbre de voz fue dulce y delicado; algo completamente ajeno a su voz normal.

—N-No me incomoda... Pero alguien podría escucharte...— Reprochó mientras mordía sus delicadod labios. Y apretaba los puños con fuerza, haciendo el roce de sus piernas más frecuente e incontrolable.
Detuvo su andar frente a ella, haciendo que su rostro se levantase sutilmente una vez ejerció presión con el índice que nunca se separó de la tersa piel de la doncella.

— ¿Qué no quieres que diga, dulzura? — Admiraría los colores que había invocado en aquellos preciosos pómulos y, descarada, se mordió el labio inferior con lascivia. — ¿Te he incomodado, acaso? — Susurraría mientras acercaba sus suaves labios hacia aquel cuello, permitiendo que su cálido aliento se desplazara con libertad torturando la garganta que pronto alcanzaría con un tierno beso.
IgnisScientia · 31-35, M
El análisis metódico de la albina sólo acentuaba más la verguenza que sentía. Cada paso a su alrededor le provocaba un fuerte estremecer que intentaba ocultar inutilmente. Era desesperante ser tan suceptible. Intentó resistir solemnemente, pero el tacto sobre su piel y las directas declaraciones de Aramis le hicieron humedecer los ojos por culpa de la ansiedad.

— N.No diga esas cosas...Ma-Maestra...— Replicó con labios temblorosos mientras frotaba sus piernas una contra otra de forma inconsciente...
Barrería con la mirada el atuendo de la doncella, escudriñando los detalles que atraían su atención.

— Pero es a mi a quien le tienes que preguntar...~ — Susurraría mientras comenzaba a caminar con delicados y suaves pasos. Posó la punta de su índice sobre el mentón de la joven y, sin perder el tacto, le rodeó. Dibujó un círculo sobre la tersa y descubierta piel de su cuello y, riéndose maliciosamente, se relamió los labios. — Pero debo decir que... no te sienta mal ese corte, dulzura. Ahora puedo, aún más fácilmente, enloquecer tus sentidos. — Curvó su boca en una tierna y perturbadora sonrisa que mostraba un destello de lascivia.

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