— ¿Te consideras pues, buen bailarín?

¿Buscas diversión? No soy tan buen juerguista como bailarín, Val'ar.

— ¿Ahora nos divertimos mientras no morimos?

La diversión no siempre es práctica.

— A largo plazo ninguna de las dos opciones es viable. Pero el chantaje suena mucho más divertido que intentar matarte, Calmeño.

Entre carne y piel, comida y armadura nueva.

-Se palpa la cota de cuero, manchándola con la sangre de sus cortes. En su otra mano la espada yace quieta, tanto como para que ni se notara el momento en que la envainó con ligera sutileza. -

Te convendría matarme antes que chantajearme, más barato. Más rápido.

— Suena fibroso.

-La siguiente respuesta la medita más. ¿Realmente podía chantajearle? Es posible pero siempre queda el costo colateral. Siempre deja mucho cabo suelto.-

— No creo conseguirlo.

Podríamos comer al oso.

-Parece encandilado con su propio dolor mientras la espada nuevamente baila entre sus manos, incluyendo la propiamente herida. La sangre se desparrama a lo largo del dorado y el acero hasta desperdigarse sobre el césped.

Si algún depredador viene seguro sería su culpa.-

¿De verdad pensabas chantajearme, Val'ar? -Duda, tal vez la costumbre de ser ladrón le permite desconfiar tan llanamente de su acompañante. Entre compañeros sólo la codicia los separa y, desde luego, él es codicioso.-

— ¿Por qué? Anda, atrae a toda la fauna local con el olor a sangre.

-No opone resistencia, ya se encarga de cortar y sangrar bastante bien por cuenta propia ¿Qué abonaría su intervención?-

— No voy a sacarte de la tripa de un oso.

Poco y eterno. Además, lo unico que se compara al oro es la vida.

-Guarda la daga, antes de acercar la mano se quita el guante ya que va a tomar el arma por el filo. Se abrirían dos cortes en lo que llega al mango y a la mano ajena. El hueso detiene el paso del metal cuando finalmente trata de jalar la espada hasta su poder.-