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Rol con: Moon.
 
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Moonique · 26-30, F
Ella vestía un suéter gris y pantalones de algodón azul oscuro, tenis negros y una blusa negra de tirantes. Cuando desbordaron el avión, Moon sintió que el corazón se le iba a salir por la garganta cuando le pusieron el sello en su pasaporte. ¡Estaba en Grecia! La novedad le dibujaba una sonrisa en el rostro; se sintió como en las películas, joven, soltera, y de viaje para explorar la ciudad, ¿quizás encontraría el amor veraniego en un griego?

Cuántas películas se inventaba para pasar el tiempo.

Llegando a la entrada, vio a Icelyn a través de las personas que iban y venían. La reconoció rápidamente, así que se aproximó a ella con rapidez, sonriente, arrastrando su equipaje y la maleta con cámara.

— ¿Hola? ¡Hola! Es un gusto conocerte, finalmente. — Bajó su maleta para ofrecerle su mano derecha. La emoción que tenía era evidente, aunque también el cansancio; sus ojos estaban algo hinchados por la falta de sueño de calidad en el avión.
Moonique · 26-30, F
Arrastró este sentimiento a escondidas cuando se subió al avión, entrando en un humor más aventurero. Estaba acostumbrada a viajar por aire, por lo que iba preparada para pasársela bien, o al menos, para tener un momento agradable. Audífonos, música calmada, un boli y una agenda eran suficientes para ella, y se entretuvo intentando programar como iba a manejar su tiempo. En una pequeña nota había anotado sitios turísticos que esperaba conocer en el tiempo libre, aún no sabía si sola o en compañía de Icelyn (¿quizá ella sólo quería un viaje de negocios, más distante y formal?) ya que desconocía las costumbres japonesas, y lo más cercano a un japonés que conocía, era a un policía que a veces parecía más neoyorkino que japonés. Rió para sí misma acordándose de eso.
Moonique · 26-30, F
Grecia sonaba emocionante, pero la emoción era equivalente a la responsabilidad y el estrés que había causado el haber aceptado espontáneamente el proyecto. Posteriormente a los arreglos con Icelyn, tuvo que coordinar su reemplazo en el trabajo, buscó adelantar al menos alguna parte del proyecto que ya habían comenzado para la campaña siguiente, pero aún así, los problemas en su trabajo no le afectó tanto cómo el dejar a sus mascotas. El día antes del viaje, dejó a sus “hijos” bajo el cuidado de una guardería veterinaria, donde ellos acostumbraban a quedarse, al menos sus perros. Había ignorado cuánta tristeza le iba a causar el alejarse de ellos aunque fuesen tan sólo por unos días. Después de dejarlos en la guardería, lloró desconsoladamente en el auto; era muy sentimental.
Iceln · F
Cuando al fin se situó a un lado de la entrada se dio cuenta de que había llegado antes de lo previsto y se dispuso a sentarse sobre su maleta para esperar.
Iceln · F
Tras el disgusto, varios reclamos y un cambio de asiento, al fin arribó a su destino. Grecia tenía un clima nublado y frío, tal como se esperaba en esas épocas y, por suerte, ella iba preparada con el abrigo adecuado y un pantalón de mezclilla que era cubierto en la parte de abajo por las grandes botas que portaba; sus manos estaban enfundadas en unos guantes de piel que impedían que tuviera contacto directo con superficies y/o personas, y con la diestra iba jalando la enorme maleta que resguarda a su ropa y varios utensilios de dibujo, así como cuadernillos.

Se suponía que se encontraría con la señorita Skyfüll en la puerta de salida del aeropuerto, por lo que caminó hasta el sitio, pendiente de la llegada de la mujer que había visto solamente en fotos. Icelyn le había dicho que su abrigo sería de color blanco y que su cabello iría lacio sobre sus hombros, además de haberle enviado un par de fotos de ella.
Iceln · F
Tras el intercambio de información y una reserva de vuelo, Icelyn se subió en el avión que habría de dejarla en el aeropuerto de Grecia. El vuelo, por supuesto, fue demasiado largo para su gusto y lleno de personas indeseables que se quejaban demasiado o hacían un ruido espantoso; su compañero de asiento era un hombre más o menos de su edad que parecía estar recorriendo el mundo en busca de aventuras y buscaba sacarle plática a la nipona sobre eso mismo, presumiendo las millas que había recorrido y todo lo que había visto. Para varias personas sería un alivio tener a un compañero tan simpático para charlar por el resto de las horas, pero no para ella que odiaba verse obligada a socializar y, lo que era peor, era que él intentaba tocarla de vez en vez por motivos referentes a la charla. Si algo era peor que verse forzada a hablar, ese algo era que la tocaran sin su permiso.
Moonique · 26-30, F
Y si gusta discutir con más cuidado los detalles, por favor déjeme saber en qué horarios se encuentra usted disponible para una llamada telefónica, considerando la diferencia de zona horaria, le llamaré.

Espero su respuesta,

Moonique Sault.

+1 929 xxx xx xx
Moonique · 26-30, F
Moon dejó su taza en la mesita del lado y empezó a escribir una respuesta. Al finalizar, el correo enviado lucía así:

Srta. Icelyn Moonlight,

Comienzo agradeciendo el aprecio y valoración que le ha dado a mi trabajo al considerarme para este proyecto. He podido visualizar el enlace que me envió y debo decir que estaré más que feliz de ayudarle a participar y ganar este concurso.

Mi localización actual es en los Estados Unidos, por lo tanto sería incapaz de solicitarle venir hasta este lugar para partir a otro continente. Si le parece adecuado, podemos fijar un punto de encuentro en la localización de su elección, en Grecia.
Moonique · 26-30, F
“Mi nombre es Icelyn Moonlight y soy restauradora de arte en el museo Nezu, en Japón.” ¿Japón? Hm... — Leía en voz alta, un hábito que tenía sólo cuando estaba a solas con sus mascotas, en ese momento, con su gata, quien reposaba sobre ella— Un concurso en Grecia… Nunca he estado en Grecia, allí hace calor... ¿no? —Su gata le miró con sus grandes ojos oscuros. —Bueno. Tú tampoco has estado allí…

Continuó leyendo, y después de haber revisado las fechas del concurso, el premio y básicamente todas las condiciones que el mismo implicaba, Moon se sentía emocionada de formar parte del proyecto, además ¡era perfecto! Eso calificaba, casi, casi, como vacaciones.
Moonique · 26-30, F
Desde su incorporación en la revista, su vida había sido estrés sin parar: en medio de la presión que su cargo le ponía y el ritmo acelerado con el que se movía la ciudad, se sentía al borde de su capacidad. Ciertamente necesitaba vacaciones, y no sólo uno o dos días como solía tomar, sino algo más, ¿quizás unas semanas?

Este pensamiento llegaba cada vez que se encontraba en una situación aparentemente difícil, y tan pronto solucionaba el problema, se desvanecía. No fue hasta una tarde que, mientras sorbía un té de manzanilla para calmar su dolor de cabeza, consecuencia de un día pesado, se encontró con un correo enviado a su e-mail de negocios que le hizo tomar la decisión.

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