—Me encantaría visitar la librería que mencionas, no tengo mucho tiempo durante el día pero siempre estoy buscando un buen ejemplar para leer en mis ratos libres —su melena azulada se desacomodó un poco y finos cabellos se adelantaron a la mejilla femenina. Icelyn dejó su pose para volver a enganchar los mechones tras sus oídos e intentó hacer memoria, hacía rato ya que había visitado muchas librerías pero Joe no figuraba en ninguna de ellas. —¿Eres relativamente nuevo en los alrededores? Creo que no podría ni haberte visto entre libros en el pasado.
Cuando recuperó su mano se acomodó un poco el guante sobre la misma y, después, cruzó los brazos sobre su pecho como una costumbre adquirida a lo largo de los años. En términos psicológicos esa acción denotaba rechazo hacia los demás pero, en Icelyn, hablaba más de su aislamiento con el mundo y su falta de costumbre socializando. Estuvo a punto de sonreír y excusarse cuando lo escuchó hablar sobre una librería y así Joe Goldberg dio con el segundo amor de Icelyn: las narraciones fantásticas; la fémina relajó un tanto los hombros y asintió con la cabeza. Otra vez tenía su atención.
Icelyn sonrió a medias con un poco de decepción reflejada en su mirada, existían muy pocas personas que supieran apreciar el arte y siempre le venía bien tener algún contacto con artistas debido a su trabajo, era una verdadera lástima que Joe no estuviera en ese mundillo; tenía el ojo crítico que ni siquiera muchos de los artistas habían podido desarrollar.
”No sé cuánto tiempo más podré con esta fachada del chico bueno y culto, que se interesa por las artes y todo tipo de medios que hablen sobre sentimientos, emociones, colores y pinceles. ¿Sabes? Ahora que lo pienso bien, vine a buscar algo inusual, algo que no estuviera colgado a la pared, inerte. Y el destino volvió a confabular a mi favor y te trajo hasta mí.
No. Espera. ¡No! No lo haré de nuevo. No. Dejé esa vida en el pasado. Ahora soy un hombre de bien, un hombre ejemplar, un hombre útil para la sociedad...”
Si necesitas algún ejemplar anticuado o reciente, puedo ayudarte con eso. Sé de memoria la librería.
”¡Maldición! ¿Por qué he dicho eso? Apuesto a que pensarás que es una excusa barata para volver a verte. Y, aunque lo es, quisiera no haberme apresurado. “
Un estrecho saludo y ya está. Joe no era demasiado sociable como para sostener el enlace de manos, a no ser que se tratara de un medio romántico. Lo que no pudo negarse fue la curiosidad que nació de a poco hacia Icelyn. Su tez blanca y aterciopelada lo hicieron pensar en el extremo parecido a una muñeca; su cabello largo, azul y ondulado le rememoró al mar, pero, algo no cuadraba ahí. Quizás la actitud tan frívola que demostraba.
Soy un simple trabajador en una librería a unas cuadras de aquí. Escuché a algunos clientes hablar de una exposición “exquisita” y me dije a mí mismo: “Adelante, Joe. Sal de la monotonía y ve a admirar esas pinturas”. Soltó una risa baja. A la par, metió las manos en los bolsillos del pantalón. Sé muy poco sobre pintura pero soy observador, o eso me gusta pensar.
<<Adorable>> Icelyn solía ser llamada de muchos modos, exceptuando por ese. La palabra resonó en su cabeza una y otra vez, algo de esas letras la hacía sentir incómoda, incluso vulnerable; otro de los motivos por lo que no anunciaba públicamente la autoría de sus cuadros era justo ese, temía que la clasificaran o vieran demasiado profundo en ella como para dejar de ser ese muro de hielo que lograba repeler cada intento de tocarlo.
—Icelyn Moonlight —respondió al saludo, estrechando la mano de Joe bajo la tela de cuero de sus guantes —y no eres redundante, Joe Goldberg. Dime, ¿trabajas en el mundo del arte?
Toda la pinta de Joe gritaba la palabra 'bohemio' y su vocabulario distaba de ser el de un presumido cualquiera, pero esa era solamente la primera impresión de la fémina y podía llegar a equivocarse.
Es un pensamiento adorable. No imagino la alegría de un pintor llegado ese momento. Inhaló despacio; giró de costado y extendió la mano derecha a ella.
Joe Goldberg. Es un placer conocer a tan maravillosa artista. Quisiera poder expresarme correctamente, decir lo que la pintura me hizo sentir pero, no encuentro las palabras adecuadas. De hecho, me siento bastante redundante ahora. Le sonrió como un amigo de varios años atrás.
” Modesta, eso es típico de los artistas, ¿no? Poner empeño en las emociones que se desbordan entre el pincel y el lienzo, pero sin querer sonar demasiado egocéntricos. Aunque no puedo evitar notar cierto misticismo en ti. He conocido autores de renombre que no paran de pirrarse por halagos, aplausos, enaltecerse en lugar de prestar atención a lo que han creado... Pero tú, estás aquí, entusiasmada porque al fin alguien le ha prestado atención al ritmo de tus trazos... ¿Qué más tienes para mí?
Pasó su atención del recuadro a la chica. La última vez que alguien cautivó sus sentidos, terminó bajo tierra. Esperaba que esa faceta “incomprendida” ya estuviera muy muy atrás y por fin pudiera gozar el ser un hombre nuevo. Uno al cual le gustaba asistir a museos.
Icelyn no respondió, en lugar de eso se llevó el índice a los labios e hizo una señal de silencio; su hobbie como artista era uno de sus secretos mejor guardados. Los artistas anónimos eran, muchas veces, mejor comprendidos que los que gritaban a viva voz su autoría. —Creo que, en realidad, es el día de suerte de ésta pintura —desvió la mirada del rostro masculino hasta su creación, viéndola como se ve a lo más querido. —Nadie había sabido interpretarla antes. Su propósito se ha cumplido si al menos alguien logra observarla a profundidad.
Se cruza de brazos y mira intensamente la pintura. ¿Habría sido hecha por manos masculinas? No, no. El trazo era demasiado cauteloso, muy refinado, además. Entonces, Joe cayó en cuenta...
¿Es tuyo, no? Eran excepcionales las veces que se equivocaba. Por la manera sigilosa pero rauda en la que se acercó a responderle, sacó varias deducciones. Incluso, la frialdad de su rostro iba 'encantadoramente' plasmada en el lienzo. Debe ser mi día de suerte.
