-Estaba solo a la intemperie, una zona apartada, sólo la compañaba el pasto, los árboles y su pensamiento. Entrenaba, certeros movimientos con su espada, que como el oro resplandecía. Una y otra vez el mismo tajo, en una rutina con la cual buscaba no perder la destreza.-
No puedo descansar si pretendo protegerla... -Hacía eco tales palabras para sí mismo entre sus ideas, sin perder el enfoque de su sesión.-
¿Solo tu espada está para protegerme? ¿y si la pierdes? -Con gran deshaire bajó los hombros, ante una respuesta como esa.- ...no me interesa tu espada, deberías hacerlo con tus propias manos tal y como yo te protegería, mi vida.
-Aprovechando la cercanía aspiró a un contacto entre pieles, deslizando sus dedos contra los de su encantado príncipe-