22-25, M
Drage | Medieval, Battle, Social.
About Me About Me NotesAbout Me
[code]Descripción física:
Hombre fornido pero no tan alto como otros hombres del norte, midiendo un metro ochenta y cuatro centímetros se muestra como un adulto de anchos hombros, espalda de marino y músculos de guerrero. Tez absolutamente blanca, llegando a pálida pero contrastada por las escamas que posee tanto en rostro como en su cuerpo, siendo estas versátiles a la hora de aparecer o reaparecer según las temporadas.
Sus piernas remiten a extremidades reptilianas, conformadas por delgados pero firmes tobillos levemente curvados a la altura de sus pies, conformados por cinco garras oscuras de curvada forma, impidiéndole usar (pero tampoco siéndole necesario) calzado alguno. Una larga cola de metro con cincuenta está ubicada en la parte baja de su espalda, siendo está conformada por completas escamas, hasta su punta que está firmemente afilada directamente de la piel del dragón.
Su cabello es rojizo, más rojo que el fuego, parece más un rubí que otra cuestión, largos mechones del mismo color que se unen en una larga melena que también le dota de una barba conectada, al igual que los Colmillos Blancos, suele decorar sus trenzas o peinados con adornos tales como dientes de animales u anillos de metal. Ojos brillantes, amarillentos y cortos de vista, por lo que se vale generalmente por sus otros sentidos. Las orejas son puntiagudas, caídas hacia los lados y perforadas por aretes. Su detalle más importante son los largos cuernos que posee.
Su boca presenta siempre retráctiles colmillos que se mantienen perpetuamente en ella.
Personalidad:
Suele considerarse así mismo como alguien de mente irascible y terca. Concentrado y cincelado bajo los valores de los Colmillos Blancos es que su mente sólo conoce el trabajo duro, la batalla y la lealtad hacia su pueblo como sus tradiciones, ese lazo con su humanidad es lo que le demuestra firmemente empático ante los demás, siendo sutilmente sobreprotector de sus afectos y aquellos a quienes conoce, llegando al punto de simplemente preferir dar su vida antes de que alguien sufra.
Hvitserk fue entrenado como un guerrero de infantería, por lo que en el combate es feroz cual bestia, concentrado siempre en destruir al enemigo lo más rápido posible, intimidar y amedrentar para evitar un derrame de sangre innecesario. No duda jamás en batallar, pues cree en los ideales marciales del norte como su profesión, disfruta de la estrategia pero más de entregar su corazón junto a sus aliados con tal de triunfar. No es un suicida, ni tampoco está dispuesto a sacrificar en vano a sus compañeros.
Su lado dragón, es decir su verdadera naturaleza muchas veces le hace descontrolarse y actuar de forma despiadada, no porque sea culpa de su innata y caótica espiritualidad, sino por años enteros de reprimir su mítica esencia. Por eso ahora suele vagar solo, victimizándose por su propia inhabilidad de control.
Equipamiento:
Los Colmillos Blancos mantienen las mismas tradiciones combativas que la mayoría de los pueblos del norte, famosos por el combate de infantería de armas de una mano y escudos en la contraria. Hvitserk fue entrenado bajo estos estandartes, demostrando tener un gran talento en el combate directo en el uso de hachas y espadas al compás de su defensa.
Posee un escudo creado con madera de árbol norteño, famoso por ser mucho más sólido que muchos otros materiales defensivos, de un metro diez de diámetro. El escudo posee los colores turquesas con líneas negras de la casa del Colmillo Blanco, la pintura que lo recubre es famosa por dotarlo de cualidades ignífugas y aún más protectoras.
El hacha está creada con la misma madera, un agarre de un metro veinte de largo. El metal que recubre el filo del arma es acero típico y trabajado, no tiene cualidades sobrenaturales. Es de un solo filo.
Habilidades:
Pese a sentir repelús de su propia naturaleza por los problemas que le brinda, indirectamente también goza de sus beneficios. Pese a no dominar por completo su lado verdadero, Hvitserk goza de la fuerza física monstruosa de dichas criaturas aún en su forma humana, es capaz de imitar la potencia de un dragón de cincuenta metros, por encima de muchos otros seres. Su resistencia también es igual de óptima, especialmente en las zonas escamadas que actúan como un armadura pétrea y flexible, claro es que son áreas mínimas de su cuerpo y no necesariamente protegen puntos vitales, pero el pelirrojo sabe utilizar dichas zonas como escudo, desviando los ataques adredemente hacía ahí.
Pasivamente sufre de una resistencia casi total al fuego en su estado puro, siendo este un elemento íntegramente relacionado con su lado dracónico, pero carece de dominio de este y de su forma auténtica.
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En el Norte existía una leyenda, una leyenda real, al contrario de otros cuentos que se oían en las fogatas para resguardarse del frío y calentar las almas, muchas veces se ha oído de la vida de Hédaría, una de tantos caudillos y luego Reina del Norte de la dinastía de la casa del Colmillo Helado, que reinó a principio de la Edad Oscura el Continente en complicidad del Señor Oscuro Nightingale, gran conquistador y defensor del mundo frente a los invasores del Imperio.
Hédaría no se destacaba como reina por ningún motivo en especial, no era ni la más poderosa de las doncellas escuderas, ni la más astuta. Si algo le caracterizaba era su capacidad de poder escapar de sus dificultades con una férrea voluntad, voluntad digna de una reina guerrera. Los Colmillos Helados era un pueblo nómada que vivía embarcado hasta que los lagos se congelaban y se establecen en improvisadas comunidades hasta que pasaba el tiempo, pero su estilo de vida fue puesto en jaque cuando el Señor Oscuro inició su larga guerra contra el Imperio, y todas las comunidades aliadas debían de demostrar su valor en la batalla, una batalla que contra invasores milenarios solo podía significar un inminente nuevo fin de la historia.
Como reina, debía proteger a su gente, y como reina debía ser él quien debía mantener el legado de su gente ¿Cómo iba a hacerlo? No tenía soldados que sacrificar, ni tampoco magos que pudieran sostener el honor, no tenía nada. Y nada podía darle al gran Señor Oscuro, él no entendería sus limitaciones. La respuesta cruzó los cielos, por fortuna de los Dioses del Norte, en una noche de aurora fue que la reina vio dibujando el cielo una enorme bestia, una criatura majestuosa de escamas y color rojizo fuego.
No había ser del Norte que no reconociera a una de esas criaturas, consideradas extintas o escondidas en valles secretos, los dragones habían dejado de surcar el viento hace ya mucho y esté, esté carecía de la elegancia a la que se atribuía, su aleteo era lento y su vuelo errático, que le llevó por sorpresa a derrumbarse en una lejana montaña a sus tierras.
Estaba debilitado, estaba quizás herido de alguna batalla y por eso es que así resonaba por los cielos en sus últimos momentos, la reina Hédaría viajó sóla para contemplar a la criatura con esperanza de tener su corazón, poderosa reliquia que bastaría para saciar al Señor Oscuro.
En la cima de la montaña encontró ahí al enorme dragón, criatura que con su sola presencia podía destruir a una simple humana como ella con tanta facilidad que era insólito que se parará frente a frente. Debajo de su ala, yacía incrustado el perno gigante de un arpón maldito, cuyo conjuro llevaba semanas debilitando a la herida bestia hasta que finalmente está no pudo soportarlo más, pero no fue eso lo que sorprendió a la escudera, no, nada se comparaba al poderoso llanto de un niño debajo de su ala.
Tan pequeño que parecía romperse, protegido por aquel mítico animal con sus últimas fuerzas.
—¿Es tu hijo? —preguntó la escudera reina a la bestia, esperando que entendiera su lengua.
El dragón no respondió, pero dio a entender que así era, era el hijo de un dragón en forma humana. Finalmente de su poderosa garganta no salieron llamas, sino la voz del trueno que llenó sus oídos con una mágica sensación.
—Está enfermo, no puedo sanarlo —confesó la orgullosa bestia agónica—. Yo moriré. Cúralo, que viva una vida larga.
Los ojos se llenaron de lágrimas de la conmovida Colmillo Helado, no podía contemplar la fragilidad de un niño siendo cuidado por semejante monstruo.
— Yo lo cuidaré.
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Hombre fornido pero no tan alto como otros hombres del norte, midiendo un metro ochenta y cuatro centímetros se muestra como un adulto de anchos hombros, espalda de marino y músculos de guerrero. Tez absolutamente blanca, llegando a pálida pero contrastada por las escamas que posee tanto en rostro como en su cuerpo, siendo estas versátiles a la hora de aparecer o reaparecer según las temporadas.
Sus piernas remiten a extremidades reptilianas, conformadas por delgados pero firmes tobillos levemente curvados a la altura de sus pies, conformados por cinco garras oscuras de curvada forma, impidiéndole usar (pero tampoco siéndole necesario) calzado alguno. Una larga cola de metro con cincuenta está ubicada en la parte baja de su espalda, siendo está conformada por completas escamas, hasta su punta que está firmemente afilada directamente de la piel del dragón.
Su cabello es rojizo, más rojo que el fuego, parece más un rubí que otra cuestión, largos mechones del mismo color que se unen en una larga melena que también le dota de una barba conectada, al igual que los Colmillos Blancos, suele decorar sus trenzas o peinados con adornos tales como dientes de animales u anillos de metal. Ojos brillantes, amarillentos y cortos de vista, por lo que se vale generalmente por sus otros sentidos. Las orejas son puntiagudas, caídas hacia los lados y perforadas por aretes. Su detalle más importante son los largos cuernos que posee.
Su boca presenta siempre retráctiles colmillos que se mantienen perpetuamente en ella.
Personalidad:
Suele considerarse así mismo como alguien de mente irascible y terca. Concentrado y cincelado bajo los valores de los Colmillos Blancos es que su mente sólo conoce el trabajo duro, la batalla y la lealtad hacia su pueblo como sus tradiciones, ese lazo con su humanidad es lo que le demuestra firmemente empático ante los demás, siendo sutilmente sobreprotector de sus afectos y aquellos a quienes conoce, llegando al punto de simplemente preferir dar su vida antes de que alguien sufra.
Hvitserk fue entrenado como un guerrero de infantería, por lo que en el combate es feroz cual bestia, concentrado siempre en destruir al enemigo lo más rápido posible, intimidar y amedrentar para evitar un derrame de sangre innecesario. No duda jamás en batallar, pues cree en los ideales marciales del norte como su profesión, disfruta de la estrategia pero más de entregar su corazón junto a sus aliados con tal de triunfar. No es un suicida, ni tampoco está dispuesto a sacrificar en vano a sus compañeros.
Su lado dragón, es decir su verdadera naturaleza muchas veces le hace descontrolarse y actuar de forma despiadada, no porque sea culpa de su innata y caótica espiritualidad, sino por años enteros de reprimir su mítica esencia. Por eso ahora suele vagar solo, victimizándose por su propia inhabilidad de control.
Equipamiento:
Los Colmillos Blancos mantienen las mismas tradiciones combativas que la mayoría de los pueblos del norte, famosos por el combate de infantería de armas de una mano y escudos en la contraria. Hvitserk fue entrenado bajo estos estandartes, demostrando tener un gran talento en el combate directo en el uso de hachas y espadas al compás de su defensa.
Posee un escudo creado con madera de árbol norteño, famoso por ser mucho más sólido que muchos otros materiales defensivos, de un metro diez de diámetro. El escudo posee los colores turquesas con líneas negras de la casa del Colmillo Blanco, la pintura que lo recubre es famosa por dotarlo de cualidades ignífugas y aún más protectoras.
El hacha está creada con la misma madera, un agarre de un metro veinte de largo. El metal que recubre el filo del arma es acero típico y trabajado, no tiene cualidades sobrenaturales. Es de un solo filo.
Habilidades:
Pese a sentir repelús de su propia naturaleza por los problemas que le brinda, indirectamente también goza de sus beneficios. Pese a no dominar por completo su lado verdadero, Hvitserk goza de la fuerza física monstruosa de dichas criaturas aún en su forma humana, es capaz de imitar la potencia de un dragón de cincuenta metros, por encima de muchos otros seres. Su resistencia también es igual de óptima, especialmente en las zonas escamadas que actúan como un armadura pétrea y flexible, claro es que son áreas mínimas de su cuerpo y no necesariamente protegen puntos vitales, pero el pelirrojo sabe utilizar dichas zonas como escudo, desviando los ataques adredemente hacía ahí.
Pasivamente sufre de una resistencia casi total al fuego en su estado puro, siendo este un elemento íntegramente relacionado con su lado dracónico, pero carece de dominio de este y de su forma auténtica.
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Hvitserk ᛟ
En el Norte existía una leyenda, una leyenda real, al contrario de otros cuentos que se oían en las fogatas para resguardarse del frío y calentar las almas, muchas veces se ha oído de la vida de Hédaría, una de tantos caudillos y luego Reina del Norte de la dinastía de la casa del Colmillo Helado, que reinó a principio de la Edad Oscura el Continente en complicidad del Señor Oscuro Nightingale, gran conquistador y defensor del mundo frente a los invasores del Imperio.
Hédaría no se destacaba como reina por ningún motivo en especial, no era ni la más poderosa de las doncellas escuderas, ni la más astuta. Si algo le caracterizaba era su capacidad de poder escapar de sus dificultades con una férrea voluntad, voluntad digna de una reina guerrera. Los Colmillos Helados era un pueblo nómada que vivía embarcado hasta que los lagos se congelaban y se establecen en improvisadas comunidades hasta que pasaba el tiempo, pero su estilo de vida fue puesto en jaque cuando el Señor Oscuro inició su larga guerra contra el Imperio, y todas las comunidades aliadas debían de demostrar su valor en la batalla, una batalla que contra invasores milenarios solo podía significar un inminente nuevo fin de la historia.
Como reina, debía proteger a su gente, y como reina debía ser él quien debía mantener el legado de su gente ¿Cómo iba a hacerlo? No tenía soldados que sacrificar, ni tampoco magos que pudieran sostener el honor, no tenía nada. Y nada podía darle al gran Señor Oscuro, él no entendería sus limitaciones. La respuesta cruzó los cielos, por fortuna de los Dioses del Norte, en una noche de aurora fue que la reina vio dibujando el cielo una enorme bestia, una criatura majestuosa de escamas y color rojizo fuego.
No había ser del Norte que no reconociera a una de esas criaturas, consideradas extintas o escondidas en valles secretos, los dragones habían dejado de surcar el viento hace ya mucho y esté, esté carecía de la elegancia a la que se atribuía, su aleteo era lento y su vuelo errático, que le llevó por sorpresa a derrumbarse en una lejana montaña a sus tierras.
Estaba debilitado, estaba quizás herido de alguna batalla y por eso es que así resonaba por los cielos en sus últimos momentos, la reina Hédaría viajó sóla para contemplar a la criatura con esperanza de tener su corazón, poderosa reliquia que bastaría para saciar al Señor Oscuro.
En la cima de la montaña encontró ahí al enorme dragón, criatura que con su sola presencia podía destruir a una simple humana como ella con tanta facilidad que era insólito que se parará frente a frente. Debajo de su ala, yacía incrustado el perno gigante de un arpón maldito, cuyo conjuro llevaba semanas debilitando a la herida bestia hasta que finalmente está no pudo soportarlo más, pero no fue eso lo que sorprendió a la escudera, no, nada se comparaba al poderoso llanto de un niño debajo de su ala.
Tan pequeño que parecía romperse, protegido por aquel mítico animal con sus últimas fuerzas.
—¿Es tu hijo? —preguntó la escudera reina a la bestia, esperando que entendiera su lengua.
El dragón no respondió, pero dio a entender que así era, era el hijo de un dragón en forma humana. Finalmente de su poderosa garganta no salieron llamas, sino la voz del trueno que llenó sus oídos con una mágica sensación.
—Está enfermo, no puedo sanarlo —confesó la orgullosa bestia agónica—. Yo moriré. Cúralo, que viva una vida larga.
Los ojos se llenaron de lágrimas de la conmovida Colmillo Helado, no podía contemplar la fragilidad de un niño siendo cuidado por semejante monstruo.
— Yo lo cuidaré.
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