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Manahasraddhya · 22-25, M
Dejó escapar un suspiro embriagado en tedio. Tener que apresurar su paso no fue una dificultad, pero sintió sus tobillos atados a dos gigantescas piedras, sin embargo, no pudo negar que parte de sus palabras fueron muy ciertas y verdaderamente nobles; como artista marcial no podía dejar de pensar en el sufrimiento que ella citó (no textualmente) toda alma merecía un digno paso a su próxima vida. Eventualmente la alcanzó, los infantiles brincos ajenos los compensó con el aligerar de su ritmo, finalmente consiguió estar a su lado, pero no le dirigió la mirada, solo se concentró en el horizonte— . . . —por supuesto, no quiso decir nada, fue reacio a crear un vínculo con ella, por más que el camino invitara a ello.
 
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