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Era una de esas mañanas dónde la neblina era débil, el sol entre los valles se asomaba con timidez y el santuario estaba en completo silencio, ni siquiera la fauna local y aves saludaban al dragón, se dirigió al jardín dónde todo había comenzado, un lugar sagrado dónde plantó sus sentimientos, su vida, su historia, y lo más importante su propósito, nunca pensó que llegaría el día en que debía volver al principio, el primer gesto que realizó al comenzar una familia, la primera flora del jardín, nadie sabía ni siquiera los asistentes o mayordomos que estuvieron en el transcurso del tiempo...
 
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Hro1552662 · M
... que la planta tenía la sangre de él, la única que no cambió durante inviernos, veranos, primaveras y otoños, era pequeña y de pétalos rojos que simbolizaban la misma sangre, nunca fue regada con agua y siempre pasaba desapercibida, las veces que entrenaba o salía era excusa para cortar un poco de su piel y dejar caer sangre en la flor, era la forma de alimentarlas raíces del lugar con su vida, su esencia, su inmortalidad de sentimientos. Debía arrancarla, y así lo hizo al tomarla gentilmente de la base, levantandola sin apenas rastros de tierra, la observó y su piel comenzó a endurecerse, en unas horas se convertiría en una estatua, se trasladó hasta la rivera del río cercano, vía cercana a la salida anterior del valle, emprendió vuelo sobresaliendo sus alas, las escamas negras, signo de un dragón que iba a volar a su muerte, entre la neblina desapareció, sin avisar a nadie, ni a los aldeanos, ni a su familia, ni a cercanos, porque él ya no importaba para nadie en esta vida.
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