31-35, M
Misterioso
About Me About Me NotesAbout Me
~Mi historia~
Mi nombre es Hotaru Hiraki, sucesor de la gran familia Hiraki que vive en la ciudad de Ohara, cerca de Kioto. Al nacer fui seleccionado por el gran sacerdote de la ciudad de Inari para ofrecer mi vida a los dioses y así ser criado, entrenado y moldeado bajo las costumbres del taoísmo. Pese a que no era el único en ser seleccionado, siempre se me trató de manera diferente; fui aislado del resto, confinado en áreas especiales donde mi entrenamiento continuó por 18 años. En el templo todos estaban obligados a usar mascaras de zorro o tengu, el hablar sin permiso o dejar parte del la piel del rostro expuesta era causal de un severo castigo y a veces, la muerte.
A diferencia de los demás estudiantes, quienes podían quitarse la mascara en sus habitaciones, yo debía mantenerla puesta siempre, incluso al dormir. No solo se me enseñó el camino del tao, si no que también se me inculcó conocimiento acerca de la magia, su uso, aplicación y origen; se me adiestró para la lucha en más de veinte artes marciales y constantemente era puesto a prueba en intensas luchas contra otros estudiantes o peleadores traídos de tierras lejanas. Solo el gran maestro, sus tres consejeros, y los 12 guardianes del templo, fueron autorizados para ver mi rostro o escuchar mi voz.
Cuando cumplí los 17 un ataque cubrió al templo en llamas a manos de un grupo de soldados organizados por el comandante Kazuo Higo, quien ordenó la ejecución de todos los sacerdotes en el templo. Los guardianes lucharon por 7 días y 7 noches, logrando expulsar al enemigo, pero el precio de la contienda cubrió de sangre toda la montaña, transformándola en un símbolo de mala suerte. El mismo año, las guerras explotaron entre diferentes facciones en todo el país y eso llevó a una era de odio, desgaste, hambre, peste y depresión. La gente culpó a los sobrevivientes del templo de ofender a los dioses, pese a que el emperador valoraba el esfuerzo de los guardianes para apoyar al país, se vio obligado a expulsarlos debido a la presión de los insurgentes.
El gran maestro reunió a los sobrevivientes del templo y les ordenó volver a sus casas sin sus mascaras o trajes, el anonimato durante su instrucción les permitiría crear una vida desde cero. Sin embargo, a mi se me obligó a permanecer en la montaña para continuar con mi adiestramiento mientras era protegido por los guardianes. El rumor de que un sacerdote aún quedaba vivo y seguía en el templo se expandió por todas partes, creando decenas de cuentos que lo culpaban de las desgracias que azotaban las tierras. Año tras año, oleadas tras oleada, los guardianes repelieron los ataques imperiales y de cualquiera que osara intentare poner un pie en la montaña. Una pena enorme me invadió y sufrí una depresión que me llevó a ocultar mi personalidad detrás de mi mascara, el gran maestro insistía en que yo tenía un camino que cumplir, un destino que afrontar, creo que él fue quien evitó que me volviera loco y me suicidara.
Gracias a su instrucción me volví un hombre de principios justos, logrando evitar que fuese corrompido por el odio e ira de aquellos que me apuntaban y llamaban "Señor de las sombras". Cuando cumplí los 19 se me encargó la misión de volver a mi ciudad natal, Ohara. Lugar en donde además existía un templo bajo la protección de un maestro que alguna vez fue compañero y hermano de batallas de quien ahora me adiestraba. Así comenzaría mi viaje de vuelta a casa
[Capitulo 2, en construcción.]
Mi nombre es Hotaru Hiraki, sucesor de la gran familia Hiraki que vive en la ciudad de Ohara, cerca de Kioto. Al nacer fui seleccionado por el gran sacerdote de la ciudad de Inari para ofrecer mi vida a los dioses y así ser criado, entrenado y moldeado bajo las costumbres del taoísmo. Pese a que no era el único en ser seleccionado, siempre se me trató de manera diferente; fui aislado del resto, confinado en áreas especiales donde mi entrenamiento continuó por 18 años. En el templo todos estaban obligados a usar mascaras de zorro o tengu, el hablar sin permiso o dejar parte del la piel del rostro expuesta era causal de un severo castigo y a veces, la muerte.
A diferencia de los demás estudiantes, quienes podían quitarse la mascara en sus habitaciones, yo debía mantenerla puesta siempre, incluso al dormir. No solo se me enseñó el camino del tao, si no que también se me inculcó conocimiento acerca de la magia, su uso, aplicación y origen; se me adiestró para la lucha en más de veinte artes marciales y constantemente era puesto a prueba en intensas luchas contra otros estudiantes o peleadores traídos de tierras lejanas. Solo el gran maestro, sus tres consejeros, y los 12 guardianes del templo, fueron autorizados para ver mi rostro o escuchar mi voz.
Cuando cumplí los 17 un ataque cubrió al templo en llamas a manos de un grupo de soldados organizados por el comandante Kazuo Higo, quien ordenó la ejecución de todos los sacerdotes en el templo. Los guardianes lucharon por 7 días y 7 noches, logrando expulsar al enemigo, pero el precio de la contienda cubrió de sangre toda la montaña, transformándola en un símbolo de mala suerte. El mismo año, las guerras explotaron entre diferentes facciones en todo el país y eso llevó a una era de odio, desgaste, hambre, peste y depresión. La gente culpó a los sobrevivientes del templo de ofender a los dioses, pese a que el emperador valoraba el esfuerzo de los guardianes para apoyar al país, se vio obligado a expulsarlos debido a la presión de los insurgentes.
El gran maestro reunió a los sobrevivientes del templo y les ordenó volver a sus casas sin sus mascaras o trajes, el anonimato durante su instrucción les permitiría crear una vida desde cero. Sin embargo, a mi se me obligó a permanecer en la montaña para continuar con mi adiestramiento mientras era protegido por los guardianes. El rumor de que un sacerdote aún quedaba vivo y seguía en el templo se expandió por todas partes, creando decenas de cuentos que lo culpaban de las desgracias que azotaban las tierras. Año tras año, oleadas tras oleada, los guardianes repelieron los ataques imperiales y de cualquiera que osara intentare poner un pie en la montaña. Una pena enorme me invadió y sufrí una depresión que me llevó a ocultar mi personalidad detrás de mi mascara, el gran maestro insistía en que yo tenía un camino que cumplir, un destino que afrontar, creo que él fue quien evitó que me volviera loco y me suicidara.
Gracias a su instrucción me volví un hombre de principios justos, logrando evitar que fuese corrompido por el odio e ira de aquellos que me apuntaban y llamaban "Señor de las sombras". Cuando cumplí los 19 se me encargó la misión de volver a mi ciudad natal, Ohara. Lugar en donde además existía un templo bajo la protección de un maestro que alguna vez fue compañero y hermano de batallas de quien ahora me adiestraba. Así comenzaría mi viaje de vuelta a casa
[Capitulo 2, en construcción.]