Esa maldita mujer había sonreído ¡Fue un poco pero lo hizo!, Gyro sintió un escalofríos en su espina dorsal.

— Ew, qué extraña eres—

Entrecerró sus ojos y extrañamente una de sus comisuras se levantó un poco.

— Quizás. Encontraste a un chico interesante. —

Su mirada se tensó un poco al escucharle hablar, de todas formas sonrió, como siempre al exponer su extraña dentadura.

— ¿Estás interesada en Johnny?—

Se detuvo frente a él. Demasiado alto, ella bajita. Quizás podría restarle longitud a sus piernas, también al torso. Había tanto que podía hacer con el cuerpo de Gyro y no con buenas intenciones. La irritaba, eso la hacia querer juguetear con su carne.

— ¿Estás solo? ¿Hoy no te cuida tu querido amigo? —

— ¡ Ve a rezar!, Eso te quitara de la cabeza tanta idea estúpida—

Puso en blanco sus ojos y se cruzó de brazos, debía aprovechar su altura para simplemente no dar ni un solo paso, solo observarla desde su lugar.

— ¿Pero qué dices? Silenciarte de por vida es un acto de amor al prójimo. —

Avanzó a través de pasos hacia él.

— Ven aquí. —

— Oh, estás muy agresiva el día de hoy. ¿Qué tú Dios no es un "Dios de amor"?, Jé —

Continuo con su actitud altanera, pero con esa mueca de burla que tanto le caracterizaba.

Le miró hacia la garganta. Tenía muchas ganas de desdibujar su forma.

— Tu risa la podemos solucionar. ¿Que tal unos ajustes para que nunca produzcas un sonido? —

— Es mi risa, además... ¡Tu cara!—

Carcajeo un poco por eso.

Ese ruidito le causó una venita hinchada en su sien.

— No hagas eso. —