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Qué privilegio estar a solas. Ella, su montura, la nada. Nada que la improtunara, ningún sonido más que los grillos y el viento. Quizás era algo que extrañaría de esa carrera, la insignificancia de su persona en ese amplio paraje imponente a su alrededor. Allí podría encerrarse en su cabeza, cerrar los ojos y volver a repasar paso por paso el peso de su alma, sus pecados. Nunca se permitirá olvidar, no merecía tal favor.
 
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DiegoBrando1567034 · 31-35, M
— A mi que me dices, vengo buscando el cadáver santo así que no me digas nada además estamos metidos en la misma cloaca.

Esta vez no venía con intenciones de molestarla u hostigarla ya que esta cansado de estar montado todo el día en lomos de su corcel. -


— Aparté deberías de agradecer que soy yo.
 
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