100+, M
About Me About Me Notes
About Me
Al igual que las ondas producidas por los pececillos en el bajío, la leyenda del demonio de Sekigahara se expandía de boca en boca; Se decía de un solo hombre, pero con una técnica tan irreal con la espada que equiparaba cien. Él retaba a las caravanas que se comunicaban entre las fortalezas del daimyō del clan toyotomi, con la intención de nada más para probar el acero de la nobleza samurái. Más allá de un bandido que se hacía de las riquezas y suministros que traían los carruajes que comunicaban las tropas y sus bastiones, bastaba con el placer derramar sangre de manera irracional de otros guerreros que pudieran darle la satisfacción de cruzar armas, dejando a los criados, mujeres y prisioneros huir luego de exterminar la oposición. Los rumores decían que era un yokai despiadado al servicio de Tokugawa, demonio o no, habría de ser exterminado, ya que desafiaba el poderío del gran señor Ishida Matsunari.
Oleadas y oleadas de sus mejores espadachines fueron enviados para encontrar aquella molesta y solitaria mosca, más una y otra vez encontraban la muerte bajo la habilidad sobrenatural de su sable, lo que acrecentaba más la infamia y la credibilidad de su supuesta “demoniaca” naturaleza. Detalles vagos eran expuestos a mercenarios y maestros de espada a lo largo del reino dando recompensa a quién trajera la cabeza del asesino, más uno resaltaba entre todas las historias, ojos resplandecientes y amarillos como luna que desciende al horizonte, provocaban un terror existencial en quién se posaran.
Oleadas y oleadas de sus mejores espadachines fueron enviados para encontrar aquella molesta y solitaria mosca, más una y otra vez encontraban la muerte bajo la habilidad sobrenatural de su sable, lo que acrecentaba más la infamia y la credibilidad de su supuesta “demoniaca” naturaleza. Detalles vagos eran expuestos a mercenarios y maestros de espada a lo largo del reino dando recompensa a quién trajera la cabeza del asesino, más uno resaltaba entre todas las historias, ojos resplandecientes y amarillos como luna que desciende al horizonte, provocaban un terror existencial en quién se posaran.