Inexpresivo y en silencio admitió, fue reacio a la idea de emprender un viaje junto a ella. Su persona no fue el problema, hasta el momento su anfitriona se mostró especialmente amable, su trato fue ejemplar, como debe ocurrir con todo cliente. Pero hiló fino en esa rápida inclinación, llegó a creer que incluso era conveniente la compañía, mas no tardó en encontrarse con las molestias de la travesía, el tiempo que necesitó invertir para llegar a ese lugar y lo especialmente engorroso de la situación; él fue con predisposición a no sufrir lo mismo (no se exagera con tal palabra) aunque también resultó muy grande la ganancia.

No pudo replicar al instante, cuando ella se levantó él se vio obligado a seguirla con la mirada, prestar tal atención le permitió sorprenderse antes de ser ofrecido aquel lujoso producto.

Observó escéptico ese frasco sanguinolento, tardó unos segundos antes de tomarlo con especial cuidado, lo guardó en un morral que había preparado para transportar [...]