*Respiró hondo y deslizó su mano sobre la tarima de madera, despacio, hasta detenerse cuando el índice y el corazón se encontraron con la bandeja. Tanteó con suavidad el borde de la misma, recorriendo cada uno de los relieves dorados de flores y volutas, hasta encontrarse con el círculo que encerraba el emblema familiar y continuó avanzando con un movimiento medido y delicado hasta que la punta de sus dedos toparon con la taza. Entonces, deslizó su otra mano y tanteó un poco antes hasta que notó la cálida cerámica y poco después, la sostenía por fin entre sus manos. Solo entonces, soltó el aire. Y lentamente la llevó hasta su pecho para aspirar el aroma tranquilizador del té.

Sonrió triunfante. En su inocencia, la niña aún no se daba cuenta de lo valiosos que eran estos pequeños logros que su primo propiciaba para acrecentar su confianza. En su día a día, la rectitud y disciplinas de su estricta educación,