-Podía ser el azote de reinos enteros, el terror de sus enemigos, pero para Hikaru, era alguien bastante cristalino, ingenuo en ciertos menesteres y para ella, esto le parecía un bello conjunto de cualidades. Se puso de pie y sin soltarle la mano, se acercó a darle un beso en la mejilla.

—Queda dejarlo fluir. —Le dijo ella, aún con sus mejillas coloradas.—Nuestras emociones y pensamientos. Que fluyan por si solos. Mientras descubrimos cómo... Vamos a casa.—Esta vez se refería al hogar de Antares. Ya vería el modo de comunicarle a su padre, su paradero.-