¿De dónde sacaba el valor para provocar así a un mercenario? Bien sabía, y de sobra, que si ésto se tratara de una cadena alimenticia, ella ostentaría un lugar bajo él: Bankotsu, un depredador. ¿Ella? Una presa que se aproximaba a las fauces de su victimario. Y ni siendo consciente de ello, paraba.

—[i] Tu grupo de mercenarios no me asustó. Tus hermanos no me asustaron. ¿Qué te hace creer que tú me asustas? —

Media mentira, media verdad: no se dejaba amedrentar, pero su instinto de supervivencia le susurraba que retroceder era imperante, así como buscar en la naturaleza cualquier cosa que hiciera las de arma. Una roca. Una afilada. Y por suerte sus manos tocaron una justo cuando al ir retrocediendo, tropezó con la hierba húmeda.

— [i] Si tú me atacas... Si me asesinas, InuYasha te destruirá sin piedad... —

— ... —
Interesado, examinó a la joven Miko. ¿Podría ser posible que ella también fuese un cadáver? No, no lo era, pero la intriga quedó. Un poder así, había sentido antes únicamente en Kikyo, y no se iba a contener al preguntar, salvó que ella nuevamente continuó con aquel carácter tan irritante y desafiante, Despreciable mocosa; pensó. Se acercó a ella con desinterés.
— ¿Sabes?, gritoneas demasiado. Es más, no soportó tus chillidos, mujer. Y sí tú, crees que me has asustado con eso, piénsalo dos veces aún tenga unas manos huesudas por tu causa serán las mismas que te extrangularan. Ni lo dudes. ¿Por qué diablos seguía respondiéndole?, de quererlo ya la hubiera matado y aún seguía esperando una respuesta defensiva para hacerlo. ¿Por qué? .

— Un poder con el que nací, al ser la reencar... Uh. —
¿Por qué le estaba dando explicaciones? ¿A él? Desconfiada, guardó la Perla de Shikon dentro de su vestimenta y buscó su arco a tientas: lo había dejado cerca, apoyado en un árbol.

— No es algo que te interese, mejor... Apártate. ¿O quieres que vuelva a convertir una de tus extremidades en hueso? —