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SunHee · F
—Cada condenado cuenta —como si se tratase de un mantra, Araune repitió aquellas palabras en un tono plano y con el rostro inexpresivo mientras giraba sobre sus propios talones para ver el alma de su víctima; el pobre desgraciado estaba que no se podía creer lo que veía y parecía querer llorar a un lado de su cuerpo. El filo de la katana apuntó hacia él en cuanto la joven levantó el brazo y, tras un "boom" salido de sus pálidos labios, el delincuente comenzó a ser absorbido mientras emitía gritos de agonía.

Como si fuese un juego de preparatoria, Araune dio un pequeño salto de gusto y volvió a encarar a Heriotza. La chiquilla dulce que ella había entrenado no existía más, ahora era una sanguinaria máquina de competitividad. —¡Deberías apresúrate, Shishou! Ya es suficientemente malo quedar en segundo lugar. No querrás que el amanecer llegue antes, ¿o sí?
 
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