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SsS1577545 · M
Cooperación Mágica... ¿Qué?
Qué años tan caóticos estaban pasando en Hogwarts. Desde el final de quinto año y hasta principios de séptimo los problemas no paraban de llegar, uno tras otro, como si de gotas pesadas de una llovizna se tratasen. Primero había sido Ranrok y la enfermedad de Anne; después Ravenna, su magia antigua y las maldiciones imperdonables; ahora el torneo de los tres magos, del cual Ominis formaba parte por culpa de su estúpida caballerosidad al querer decrecer los chances de que le tocara a Loughty (aunque él nunca admitiría que había hecho lo mismo por el mismo motivo).
Aún así, quizá lo peor de todo el asunto era esa larga fila para poder sentarse a desayunar en la bendita mesa del comedor. Los de Durmstrang, más los de Beauxbaton, acaparaban la mayoría de los sitios. Y a falta de más espacio se debían esperar turnos para poder comer. Sebastian resopló y alzó la vista para fijar su atención en el techo encantado en vez de tener los ojos clavados en la nuca de Duncan, a quien molestaba cada que podía. Cuando volvió a prestar su atención en la fila, una rubia se coló frente a él y le quitó su oportunidad de sentarse prontamente. Sebastian era, por naturaleza, un tanto coqueto sin quererlo realmente, y aún así no sintió la necesidad de sonreír y bromear para hacerle ver a la forastera su error (sí, asumía que no era de Hogwarts por esos cabellos tan rubios y sedosos); sino que esta vez le tocó el hombro con el índice y en la voz más neutral le soltó:
—Te estás adueñando de mi sitio.