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Fué aquella vez, la primera en la que durmió realmente solo. Entumió sus pies, adormeció sus dedos, y rindió tributo a la noche, con el letrero más brillante y despampanante a sus dolidos ojos. Sintió el abandono, el aferro, la primera perdición de Dios en el horrido estruendo del ventanal, y el principio de la sequía de sus labios, esa que terminó por carcomer la piel descaparelada en su entraña más suave.
 
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Hellcrawler · 26-30, M
Un ruido, diferente a todos los demás, amordazó entonces la situación. ¿Goma, botines, armas chocando entre sí? Todo calculado, Charles se tuvo que movilizar. Tendió una sabana blanca sobre el cadáver, se deslizó directamente al baño, y con sus dedos, mancillados en sangre, acomodó dichos por cada lateral del lavabo; Se miró al espejo, notó al mismísimo infierno en sus ojos, bañados en un rigor rojo, platinado, similar a la escarcha, o su propia sangre.

— Te están buscando, Charlie. —Aquella voz atronadora interrumpió.

— ¿Quién?— En pautas de madurez, trató de conjetar.

— Riptide. —Azkeel, a través del espejo, asintió.

Ahí estaba, en ese preciso Charles pudo observarlo, pudo concebir, que definitivamente, era tan horrible como se lo imaginaba. Era una mímica suya en el espejo, con un parche en el ojo diestro, y un cuerno de ébano sobresaliendo su frente, heridas por todo el rostro... Y una macabra sonrisa tan espléndida como la flashbang que se arrojó por debajo
 
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