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HelgeEinar · M
“Ah… Que noche memorable, oh, que noche me depara hoy.” Un crujido, el árbol parecía reclamar a su querido el abandono de su cuerpo cubierto de escamas. Una vez más, la voz del anciano no salía de sus labios, pero cualquier ser vivo presente en el bosque podría oírla. “Llevo siglos sin ver a uno de tu tipo, a uno que camina con pies y aferra con manos… ¡Pero espera! No eres humano… Oh, que novedad, luces como uno, más no lo eres.”
Como un tornado, su cuerpo alargado se empinó hacia arriba, a un techo cubierto de flores, ramas y hojas. Cuan bello y grácil era su movimiento, que ni si quiera interrumpió el vuelo de la más pequeña mariposa nocturna. Sus cuernos rozaron el techo de ramas y ahí se detuvieron. Su cabeza ligeramente inclinada apuntaba el rostro de ojos profundos y gigantescas fauces hacia el diminuto hombre. [...]
Como un tornado, su cuerpo alargado se empinó hacia arriba, a un techo cubierto de flores, ramas y hojas. Cuan bello y grácil era su movimiento, que ni si quiera interrumpió el vuelo de la más pequeña mariposa nocturna. Sus cuernos rozaron el techo de ramas y ahí se detuvieron. Su cabeza ligeramente inclinada apuntaba el rostro de ojos profundos y gigantescas fauces hacia el diminuto hombre. [...]
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