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(FLASHBACK)

Siempre has sido una chica mala, Aimi. Siempre me ha gustado ese lado de ti.
 
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HdekKo · 31-35, M
¿Imagino que eso me deja la responsabilidad de invitarte una bebida? Estoy seguro de que no estarás acostumbrada a pagar tus propios tragos: los chicos se desviven por ponerse a los pies de una mujer bella. —¿Pulla o cumplido? Era difícil averiguarlo, y esa fue justamente su intención. Echó atrás la cabeza, dirigiendo la vista el techo, antes de terminar su comentario, que no cambió el tono; hablaba con seriedad y calma, sin mostrar la pleitesía con la que su acompañante debía estar familiarizada.. —Debería sentirme honrado de que me dirijas la palabra, Aimi-san. Has logrado que valiera la pena salir de casa esta noche.
HdekKo · 31-35, M
Subió éstas a un taburete cercano al suyo, demostrando por todo lo alto cuán poco le importaban las reglas; su vanidad lo hacía pasarlas por alto si se interponían entre él y sus deseos, aunque solía ser bastante astuto al hacerlo; de ahí que los adultos le consideraran un modelo a seguir, dispuestos a hacer de la vista gorda ante sus pequeños desmanes... Los grandes rara vez salían a la luz.

Podría decir lo mismo de ti. Es raro verte sin una comitiva alrededor; más en un lugar como éste. —Un nuevo sorbo a su tarro le sirvió para aclarar la garganta y hacer una pausa, que aprovechó para echar un vistazo de reojo a Aimi. Debía admitir que ese vestido le sentaba como un guante, y que las medias eran el complemento perfecto para él. Mentiría si dijera que no la deseaba; pero su instinto le decía que en ese encuentro en particular, debía jugar sus cartas con sumo cuidado; y eso hizo.
HdekKo · 31-35, M
Es difícil olvidar a un amante concienzudo, así como dejar atrás a quien juega con los propios sentimientos es tarea casi titánica. Y él solía ser las dos cosas a la vez.

Se echó un poco atrás la chamarra de piel que llevaba sobre la camiseta gris ajustada a su torso, de modo que quedó un poco abajo de sus hombros. No en vano se le consideraba atractivo, pues ni su independencia ni su aparente retraimiento le impedían dar la mejor imagen de sí mismo siempre; en esa época, Hideki aún no llevaba el cabello largo, pero siempre cuidaba llevarlo bien peinado. Una argolla decoraba su oreja izquierda, centelleando de vez en vez con los reflejos de las luces de la barra, más intensas que en el resto del lugar; sus vaqueros desteñidos y ajustados completaban su imagen de "bad boy", rematada a la perfección con las botas negras de motociclista que llevaba.
HdekKo · 31-35, M
Por alguna razón, esto no pareció molestarlo; se limitó a dar un nuevo trago a su cerveza antes de responder, usando una voz bastante más seria que la de costumbre, mientras dirigía su mirar de nuevo a la concurrencia, recargando su zona lumbar y codos en la barra. —¿Popular? No deberías hacer caso a lo que se dice por ahí. Soy un tipo cualquiera. —No parecía haber falsa modestia en sus palabras; era más bien una manera en que dejaba claro cuán poco le importaba lo que se contaba sobre él. La fama que a él le agradaba no venía de los susurros, sino de los gemidos que lograba arrancarle a sus "víctimas" antes de romperles el corazón; mas, aunque él siempre tenía el tacto (con su frialdad habitual) de aclarar que no buscaba más que placer, rara vez habían quejas reales sobre él: solo despecho, sentimientos echados por tierra y una inmensa satisfacción para él, que sabía a la perfección cómo las mujeres hablaban a sus espaldas con irritación, mezclada con morbo.
HdekKo · 31-35, M
Hideki se preciaba de tener buena memoria; misma que no le falló para reconocer la voz que intentó romper su ensimismamiento, haciéndolo alzar la mirada para encontrarse con lo que ya esperaba. Ahí estaba ella, la famosa Yôko Aimi; estudiante ejemplar y seductora inigualable; o al menos eso sospechaba Hideki, pues entre hombres las historias no pasan largo tiempo sin ser contadas, pero el misticismo que rodeaba a Aimi le hacía saber que había algo más detrás de la adoración avergonzada que varios de sus conocidos parecían profesarle. Ella era un enigma, y presentía que descubrirlo sería todo un reto; pero hasta ahora no se había arredrado ante nada, ni detenido cuando se trataba de obtener algo que quería. Desvelar ese misterio era una de esas cosas.

Para todas las mujeres, Hideki parecía tener una sonrisa. De ahí que fuera extraño no dedicara una a Aimi; en vez de ello, asintió en su dirección, consciente de que ella ni siquiera había posado la vista en él.
AY1565162 · F
dulce de la facultad y la más brillante, los había dañado tanto psicológicamente que ya no podían ni verla a la cara. Fue ahí donde conoció a Hideki, lo vio en alguna reunión y le pareció sumamente atractivo pero ella ya tenía una presa y él parecía estar con alguien también así que permitió dejar la oportunidad pasar. Si tenía que ser, sería. No podía esperar a romper a tan codiciado hombre.

— Te ves bastante solo ahí. — Le dijo ella cuando lo escuchó pedir algo en la barra. Aimi recién arribaba al lugar así que había ido por un par de tragos; llevaba puesto un vestido negro que le llegaba hasta los muslos y unas medias de rejilla del mismo tono. No lo miró, siguió con la vista puesta en la lista de tragos para decidir cuál llevarse, aunque sí sonrió de lado adorando tal coincidencia. — Creí que los chicos populares nunca estaban solos.
AY1565162 · F
La primera vez que experimentó lo que era romper a alguien le encantó. Las lágrimas caían por las mejillas de su compañero de clase mientras le rogaba una explicación. "¿Por qué?, ¿por qué no me quieres?", esas preguntas retumbaban en su cabeza como notas musicales benditas pero la cereza del pastel era la sombra que enmarcaba su mirada, la odiaba y se notaba en el temblar de sus manos como si se contuvieran por no violentarla. — No lo sé... Creo que eres aburrido. — Una dulce sonrisa y la fragancia fresca que llevaba puesta fue lo único que dejó tras de sí cuando se alejó sin añadir nada más. Desde ese entonces y para el resto de su vida sabía que había sido hecha para ese propósito: destrozar; y vaya que lo gozó.

Para cuando llegó a la época universitaria la lista de hombres con los que había salido era bastante larga y solía ampliarse cada mes; sin embargo, nadie había llegado a pensar mal de ella ni a juzgarla pues sus víctimas pocas veces se atrevían a admitir que Aimi, la más
AY1565162 · F
Yoko Aimi.
Aimi significaba "amor, afecto" y por eso sus padres la habían nombrado de esa manera. Su madre creía que de esa forma ella sería una mujer a la que no le faltaría el cariño, y no se equivocaba; aunque seguro que jamás se imaginó lo que su hija haría con tal sentimiento. Desde la infancia Aimi se había congraciado como una de las niñas más bellas de su región y no solamente por su físico sino también por su dulce personalidad, fue por ese motivo que no sorprendió a nadie el que sobresaliera también en la adolescencia pero, mientras sus compañeras envidiaban a la fémina, nadie sabía que Aimi acusaba un profundo y doloroso aburrimiento.

No hay nada más terrible que sentirse aburrido. Aburrido. Aburrido. Aburrido. Odio la idea misma del aburrimiento; quiero que algo me despierte, quiero algo que cambie... Quiero...
HdekKo · 31-35, M
Con un tarro de cerveza en mano, Hideki observaba a la concurrencia desde la barra con aire aburrido, apenas y prestando atención a las personas. Algunas chicas le dedicaban miradas de interés, sea porque habían tenido su oportunidad con él, sea porque habían oído los rumores que corrían acerca de aquel estudiante en particular; sin embargo, él no daba mayor indicio de aceptación que alguna media sonrisa ocasional, o un par de segundos donde las miradas se cruzaran; era una noche que no invitaba al flirteo, sino a la soledad. No esperaba que nadie lograra cambiar eso. Tras dar un último trago a su bebida, la terminó e hizo una seña al barman para que le sirviera una nueva pinta, que se dedicó a esperar mientras jugaba con un palillo, usando el agua sobre la barra para trazar figuras caprichosas. ¿Por qué mejor no se había quedado en casa?
HdekKo · 31-35, M
Era bien sabido que se había hecho a sí mismo, huérfano de madre y sostenido por un padre ausente que apenas y daba la cara para solventar los gastos básicos del chico, mientras que tenía otra familia que atender. Hideki vivía en una de las fraternidades del campus, pero aún así no alternaba demasiado con el resto; típico lobo solitario, apenas y participando de las francachelas cuando sus apetitos demandaban ser saciados. En ese ambiente fue que conoció a Aimi, quien desde el principio se le antojó una mujer de máscaras, que mantenía una fachada pero, en el fondo, tenía instintos similares a los de él; razón suficiente para despertar un interés moderado de su parte, que derivó en cierta atracción tácita sin concretar dado que ambos tenían sus propias presas. Pero, de vez en cuando, les era imposible no coincidir en las reuniones de alumnos, pues frecuentaban los mismos lugares.

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