Se había escabullido de su clase de gimnasia para hacerse de un jugo de la máquina expendedora. Tras darle un buen trago, su rostro se iluminó inmediatamente, sonriendo por mero placer. Algo sorprendida, se dio media vuelta. Conocía muy bien esa voz.

—Sí. Las aburridas revistas de moda de Yuzu me lo dicen todo el tiempo— recelosa, dio un vistazo a sus alrededores antes de ocultarse en la agradable sombra del edificio de una de las aulas.

—Si quiero salir de aquí algún día, tengo que venir todos los días— se encogió de hombros. —¿Qué haces aquí? No... ¿Cómo logras que no te atrapen? A mí casi me quitan el celular, y estaba bien oculto— indagó con genuino interés.