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HarukiWright · 22-25, M
No se podría explicar el susto que Zyl le dió por semejante grito, se volvió a ella casi de inmediato, con el corazón en la mano y pálido. Se sintió cómo la primera vez que lo atraparon fumando a las afueras del instituto.

—¡Por Dios, Zyl! —Exclamó, aunque ahora más tranquilo, no era su madre desde el más allá reprendiéndolo para su suerte—, ¿Acaso no lo sabías? Pensé que a veces me olían las manos o la ropa..
 
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