Escuchó con atención y en completo silencio las palabras de Hao, teniendo aún su mirar fijo en él. Una vez que tomó el pañuelo que ella le había ofrecido, su brazo diestro también se encargó de abrazar a su muñeco, dejándolo apoyado firmemente sobre su pecho.

Por su parte no había mucho que agregar, al menos en palabras, por lo que bajó la mirada hacia Chuck por un momento y después volvió a ver al castaño.

— Mari piensa que aunque hayan logrado algo así, nunca podrían superar al señor Hao. Solo son osados al querer retarlo y eso Mari no lo permitirá.

Un súbito calor le recorrió la frente y mejillas. Intrigado, el Asakura se llevó la mano al rostro, tanteándose con la yema de los dedos la fuente de esa extraña sensación. Grande fue su sorpresa encontrar sangre impregnada, no obstante, aquello sólo podía significar que finalmente alguien había domado a dos de sus más fuertes espíritus guardianes.

Dejó ir una breve risa. Acercó el dedo índice a su boca y lo lamió, como un gesto de burla a aquel que logró controlar a Zenki y Goki.

— Estoy bien — Pronunció, previo a dirigirle la mirada a Marion. — Todas las maldiciones regresan cuando alguien fue capaz de romperlas…— Aceptó el pañuelo por cortesía, ya que de ser por él, se quedaba en ese estado.

— Tal parece que la familia Asakura cuenta con un elemento fuerte. Me provoca curiosidad saber quién es… ¡Jajaja! —

— ¿El señor Hao se encuentra bien? Mari se siente preocupada.

Se aproximó a Hao, más quedó medio metro de distancia de este para no cruzar la línea de su espacio personal. En su rostro se mostraba la preocupación, pese a la profunda seriedad de su mirar que se clavaba en las aparentes heridas del Shaman. En su brazo izquierdo sostenía a Chuck, mientras que con la mano diestra sacaba del bolsillo de su vestido un pañuelo que mantuvo por un momento entre su mano, hasta que lo extendió de a poco hacia Hao, como si se lo ofreciera o en su caso, le permitiera limpiarle la sangre del rostro.