La energía de sus palabras salpicó a Hao, quien ahora poseía una expresión de desconcierto —al igual que el resto de sus colegas—. Un par de pestañeos fueron suficientes para dar retorno a la calma. Sus hombres buscaron en los ojos de Hao una nueva orden, pero nada llegó. En lugar de eso, el moreno clavó la mirada en la recién llegada. Una contagiosa y vibrante sonrisa fluyó de sus labios; el ambiente pronto se relajó.
Extendió las manos, recibiendo con gusto el poncho. Los elementos de la naturaleza no le causaban estragos, pero de vez en cuando se dejaba consentir por la amabilidad de otro Shaman.
— Te lo agradezco mucho, Pirica. —
Parte de su rostro quedó oculto tras los bordes sobresalientes de su prenda actual; sus ojos se cerraron, sin embargo, logró transmitir el temple sereno en sus facciones.
